Traducido por Jacques LaPere
Con su costo de $250 millones, la biblioteca de George W. Bush es la más grande y la más costosa de las 13 bibliotecas presidenciales que se han abierto a fin de reconocer a los ex-presidentes.
Resulta que forma parte de una campaña sumamente coordinada desde hace meses para lavar la imagen de una presidencia que, con toda probabilidad fue la peor en toda la historia de los EE.UU. Dudamos, sin embargo, que dicha campaña vaya a tener éxito, ya que la memoria del pueblo estadounidense no es tan deleznable para dejar que pase al olvido todo lo sucedido durante esos años.
El tema de la nueva "biblioteca" no es George Bush, el presidente fracasado, sino George Bush el "estadista" a quien le tocaba tomar muchas "decisiones". Ayer, Laura Bush les enseñó a los periodistas cómo los que visitan la biblioteca podrán entrar en una "sala interactiva para la toma de decisiones" en la cual ellos mismos pueden participar con el ex-presidente en el proceso de la toma de las muchas decisiones que con tanto valor tuvo que tomar.
"Bush tomó muchas decisiones presidenciales," opinó ayer en Fox el portavoz derechista Charles Krauthammer. A todo lo cual replicamos, "Y eso, ¿qué?" ¿Qué otra clase de decisiones pueda un presidente tener que tomar sino las presidenciales?" La cuestión palpitante no es si Bush tomó o no decisiones importantes, sino la naturaleza y la calidad de las decisiones que él tomó.
Bueno, sólo para empezar, Bush bien pudiera haber tomado la decisión de no disputar los resultados del segundo conteo de votos en la Florida en el año 2000, llevando el asunto hasta el Tribunal Supremo - y así dejar que el hombre que realmente recibió la mayor parte de los votos asumiera la presidencia de los EE.UU - o pudiera haber tomado la decisión de insistir hasta que dicho Tribunal se pusiera a su lado para colocarlo en la Oficina Oval. Decidió obstinar y acabamos con un presidente no elegido por el pueblo. He aquí su primera decisión equivocada, caracterizadora de su proceso de la toma de decisiones.
Para seguir, después de los ataques del 9/11, Bush pudiera haber tomado la decisión de invadir Iraq - o pudiera haber tomado la decisión de no invadir Iraq. La decisión que tomó nos costó miles de vidas de estadounidenses, un millón de vidas de iraquíes y tal vez hasta más de mil billones de dólares. Otra decisión equivocada.
Bush bien pudiera haber tomado la decisión de decir la verdad sobre las armas de destrucción masiva - o pudiera haber tomado de decisión de mentirnos. Optó por mentir. Otra decisión equivocada.
Luego, a medida que el Huracán Katrina se acercaba a Nueva Orleans, Bush pudiera haber tomado de la decisión presidencial de monitorear la situación amenazante y responsabilizarse - como presidente - del manejo del desastre - o pudiera haber tomado la decisión pueril de asistir a la fiesta de cumpleaños del Senador John McCain. Decidió hacer fiesta. Vaya, pero, otra decisión equivocada.
Bush pudiera haber tomado la decisión de luchar por más reglamentación de Wall Street - o pudiera haber decidido hasta aflojar los reglamentos. Optó por menos control sobre Wall Street y pronto se fueron a pique los mercados financieros. Otra decisión equivocada.
Bush pudiera haber tomado la decisión de reducir la responsabilidad tributaria de los ricos - u obligarlos a pagar como los demás. Decidió aliviar el peso tributario que tanto oprime a los ricos e hundió la economía en la peor crisis que se ha experimentado desde la Gran Depresión. Otra decisión equivocada.
Bush pudiera haber decidido volver a escribir las políticas sobre asuntos exteriores de acuerdo con los criterios de los neo-conservadores - respaldados por Dick Cheney, el que escogió para Vicepresidente - o bien pudiera decidido no hacer tal cosa. Optó por seguir el rumbo de los neo-conservadores con su talante de intervenir unilateralmente y emprender batallas continuas por todo el mundo. Otra decisión equivocada.
Bush pudiera haber tomado la decisión de ligarse con los súper ricos en sus esfuerzos por comprar a todos los gobernantes del país - o pudiera haber tomado la decisión de no cometer tal barbaridad. Decidió hacerlo de todas maneras y le dio rienda suelta a Karl Rove para manejarlo todo, hasta para dirigir la campaña de reelección. Otra decisión equivocada.
La biblioteca de Bush dedica muchísimo espacio a los que la mayoría identifica como sus dignos esfuerzos por combatir el SIDA en África. Siempre cuando todo lo demás no convence a nadie, los equipos comprometidos a limpiar la imagen histórica de Bush señalan los esfuerzos de ese ex-presidente por combatir esa enfermedad, con la esperanza de que esto le dé una patina de humanidad y de humanitario.
Respecto a este asunto, sin embargo, se les olvida mencionar que fueron los miembros del Congressional Black Caucus los que dirigieron la mayor parte de dichos esfuerzos. Eran ellos, o sea, los gobernantes Afro-Americanos, quienes primero llamaron la atención del ex-presidente a ese asunto y eran ellos quienes elaboraron un programa y un plan para suministrar la ayuda que salvó la vida a millones de personas.
Para colmar nuestra ira sobre la nueva biblioteca Presidencial, nos llega la noticia de que muchos de los archivos almacenados en ella, hasta los regidos por la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act, FOIA), no estarán disponibles al público por hasta diez años, tal vez más.
No hay "biblioteca" en ninguna parte que funcione así. Pero esto no nos debe sorprender. La Biblioteca de Bush no es otra cosa que una tentativa costosísima de pretender volver a escribir la historia -- una tentativa de convertir un presidente fracasado y farsante en un "estadista" en uno que tenía que tomar muchas "decisiones." Este esfuerzo, creemos con toda firmeza, igual que la mismita presidencia de Bush, también fracasará. El Pueblo de este país asegurará que sea un fracaso. Con nuestra memoria sí, se puede contar.
Foto: DonkeyHotey/Flickr (CC)