Lo que está en juego en las elecciones del 2002 no podía ser más importante – ni los resultado menos previsibles, con 47 escaños en la Cámara de Representantes y nueve en el Senado vistos como “inciertos.” Pero hemos aprendido una cosa: A tener más y más cuidado con la política racista de división “y lobos en piel de cordero” mientras más se acerca el 5 de noviembre. Los republicanos y Bush tocan más y mas fuertemente los tambores de guerra en un esfuerzo frenético por silenciar los gritos de dolor y sufrimiento de niños hambrientos, padres de familia desempleados y ancianos que no alcanzan comprar sus medicinas necesarias. El senador de West Virginia, Robert Byrd llamó a esta estrategia “un pésimo ejemplo de la sucia política pre-elección.”
La ultraderecha no quiere que esta elección a mitad de mandato presidencial sea un referéndum sobre la política de la administración Bush. Muy al contrario, quieren que se pinten las elecciones como una serie de candidaturas individuales, vistos en el contexto de un país en guerra.
Bien saben que, si la ultraderecha pierde control de la Cámara de Representantes y escaños en el Senado, Bush tendrá dificultad en abrir camino hacia una guerra unilateral contra Irak y en establecer un Departamento de Seguridad Patria con poderes ilimitados, y hará descarrilar los proyectos de Bush para utilizar las fuerzas armadas como esquiroles en caso de una huelga de trabajadores portuarios en la Costa Oeste.
Seguramente, la Casa Blanca ya se ha dado cuenta de de la disminución constante de apoyo público hacia su política, de la preocupación entre el pueblo norteamericano tocante a una guerra en Irak, y sobre la debilitación a los derechos constitucionales. Sobre todo, hay cólera y desconfianza como reacción al saqueo corporativo a las pensiones, a los trabajadores, a la asistencia médica y a los empleos.
Sin embargo, la voz de los votantes sí llega.
Frente a las oficinas del departamento de Justicia, el reverendo Jesse Jackson se manifestó con la AFL-CIO, la Organización Nacional para la Mujery otros, desafiando al Fiscal General John Ashcroft en sus atentados contra los derechos democráticos, incluyendo el almacenaje de juventud afronorteamericana en las prisiones de este país, y los planes para enviar estos mismos jóvenes al extranjero a morir en una guerra por el petróleo.
Como consecuencia de todas las preguntas que surgieron sobre la política de guerra de Bush en reuniones caseras en el estado de Iowa y reuniones de ayuntamiento en New Hampshire, el precandidato presidencial demócrata y gobernador de Vermont, Howard Dean, ha cambiado su posición y ahora cuestiona la guerra contra Irak.
El 19 de septiembre, el congresista Dennis Kucinich (demócrata por Ohio), con otros 18 miembros de Congreso, se pronunció en oposición a la exigencia de Bush a que le concedan poderes ilimitados para hacer la guerra contra Irak.
Dicen que su resolución alterna, exigiendo cooperación con la ONU, queda está más con los sentimientos de los electores que lo que él representa.
Con una reacción aún más fuerte se puede evitar el envío de tropas a Irak y, al mismo tiempo, se puede solidificar el anhelo nacional de evitar una mayoría republicana en la Cámara así como en el Senado.
Después de haberse apoderado de la Casa Blanca en el año 2000, no se puede imaginar qué cosa no haría la ultraderecha corporativa para capturar la Cámara y el Senado este año. Han optado por dividir y conquistar en un esfuerzo por seducir a los sindicatos de trabajadores, a que abandonen la campaña política nacional de la AFL-CIO, Labor 2000.
Como advierte Gerald McEntee, presidente de la Federación Norteamericana de Empleados Estatales, de Condado, y Municipios (AFSCME por sus siglas en inglés), “Hay un plan deliberado de parte de la administración [Bush] para tratar de dividir a la AFL-CIO y para alejar a algunos sindicato de la Casa del Trabajo.”
Y, no es sorprendente. La campaña Labor 2002, con sus miles de volantes, llamadas telefónicas y visitas caseras sindicalista-a-sindicalista tiene el potencial de alcanzar a cada trabajador sindicalizado con informaciones sobre cuestiones políticas, y una campaña anti-abstencionista para el 5 de noviembre que cambiará el balance de fuerzas en el Congreso.
Hay campañas paralelas en las comunidades afronorteamericanas y atinoamericanas y promovidas por organizaciones de mujeres, ancianos, jóvenes, ecologistas y organizaciones protectores a la granja familiar. Esta alianza es clave para alcanzar cuidado médico universal, derechos de sindicalización y empleos a salario digno. Pero la ultraderecha se mantiene en una ofensiva específica, tratando de sembrar desacuerdos y buscando enajenar el voto históricamente progresista del pueblo afronorteamericano.
Este hecho sucio ya se realizó en Alabama y Georgia cuando Earl Hilliard y Cynthia McKinney, miembros del Grupo Afronorteamericano de Congreso y del Grupo Progresista de Congreso, quienes se habían pronunciado por una paz justa en el Medio Oriente, que se hicieron blancos de ataques políticos. Con la complicidad de algunos líderes demócratas, quienes apoyaron a su oposición, más una movilización nacional de fuerzas ultraderechistas sionistas y una campaña viciosa por parte de los medios de comunicación masiva, unos 40.000 republicanos cruzaron las líneas partidarias para votar en las elecciones primarias demócratas y para derrotar a McKinney.
Como congresista, Cynthia McKinney sirve en las comisiones de Fuerzas Armadas y de Relaciones Internacionales. Hizo la pregunta de sentido común que ya preocupa a muchos – ¿No debería haber investigación de los hechos relacionados con el 11 de septiembre? Como consecuencia de esa pregunta, ahora salen a la luz de día muchos hechos inquietantes.
“En toda mi carrera, “ dijo McKinney después de las elecciones primarias, “hemos orgullosamente unido a los afronorteamericanos y a los blancos, asiáticos y latinoamericanos.... mientras seguimos hablando claramente ... de parte de los que están hartos de la avaricia que ha llegado a ser más importante que las necesidades humanas, mis partidarios estarán presentes.”
Poner fin al control ultraderechista del Congreso es la tarea más urgente que enfrenta el movimiento popular, para frenar la guerra interminable del Bush, en el extranjero y en aquí. Cada candidatura es crítica. Cada voto importa mucho. Cada acción, no importa cuan pequeño, cuenta por mucho.
Joelle Fishman es la presidenta de la Comisión de Acción Política del Partido Comunista. Se puede comunicar con la autora al joelle.fishman@pobox.com
Bush: no las Bombas