China: 60 años de revolución

El movimiento obrero y campesino dirigido por el Partido Comunista chino y encabezado por Mao Zedong asumió el poder en Beijing en 1949. Fue el resultado de 28 años de duros sacrificios, de rebeliones masivas y enfrentamientos armados victoriosos contra los invasores japoneses y el régimen pronorteamericano de Chiang Kaisek. La revolución "antiimperialista y democrática, con perspectiva socialista", triunfó en uno de los países más pobres, atrasados y poblados del mundo, con arraigados resabios feudales, constantemente golpeado por catástrofes naturales, luchas intestinas e imposiciones de las grandes potencias. Los EEUU demoraron 30 años en reconocer oficialmente al nuevo gobierno.

La historia contemporánea de la nueva República Popular China se puede dividir en dos grandes períodos El primero coincide a grandes rasgos con la conducción del país por Mao Zedong, fallecido en 1976. El segundo se inicia con la reunión del Comité Central del Partido Comunista (PCCH ) de 1978 el cual reconoce la crítica situación que vive el país y aprueba la nueva estrategia propuesta por Deng Xiaoping.

La primera etapa de ocho años realiza las grandes transformaciones en el agro, como el fin del dominio de los señores feudales, el reparto de tierras entre campesinos pobres, la formación voluntaria de cooperativas de tres niveles, la estatización de las grandes industrias, bancos, medios de transporte masivo, dejando margen para pequeñas empresas privadas. En esta etapa se pone fin a la hiperinflación, se establece la planificación y regulación de los mercados, se reconstruyen y levantan nuevas industrias. Se avanza en la alfabetización, se erradican enfermedades endémicas, se mejora la alimentación y el vestuario y se afianza la soberanía territorial y la reestructuración del estado.

La segunda etapa comienza con el establecimiento de "las comunas populares", y el "gran salto adelante", con la pretensión de avanzar a marcha forzada directamente hacia la formación de la sociedad comunista. Mao habla de superar a EEUU en diez años. El resultado fue un caos económico. La producción agrícola se redujo reaparecieron las hambrunas, la industria se detuvo por falta de materias primas. El cuadro se agravó por la ruptura con la URSS y los países del este europeo que llevó al cese de su valiosa ayuda tecnológica y económica.

Luego de las muertes de Mao Zedong y Zhou Enlai y de movilizaciones masivas en repudio de la "banda de los cuatro" y de sus políticas fratricidas se produce en 1978, la rectificación y el gran viraje, bajo la dirección de Deng Xiaoping.

Este período histórico que abarca un lapso de 30 años hasta el presente, se puede resumir en los siguientes grandes rasgos. El PCCH realiza una franca crítica de las desviaciones ideológicas desde el marxismo y responsabiliza a Mao de haberlas fomentado y a las fracciones de Lin Biao y Jiang Qing de haberlas aprovechado para la comisión de crímenes, abusos, injusticias e intento de golpe de estado. La crítica de los errores de Mao no niega sus grandes aportes en la aplicación del "socialismo científico, con las particularidades chinas". Se reconocen sus altos méritos como estratega político y militar, pensador marxista y seguidor de Lenin. Se pone fin a la lucha fratricida entre comunistas y en el pueblo. Se plantea como tarea fundamental, la modernización socialista del país, la cual demandará más de un siglo de duración, dado que China se encuentra en "la fase primaria de la sociedad socialista". Se trata de una modernización orientada por cuatro principios irrenunciables: adhesión a la vía socialista, a la dictadura-democrática popular, al liderazgo del Partido Comunista, al marxismo leninismo y al pensamiento de Mao Zedong. Se rechaza tanto el igualitarismo como la gran desigualdad en la distribución de los ingresos.

Las reformas se suceden a un ritmo pausado, pero sostenido. Se establece en el campo el sistema de responsabilidad familiar por medio de contrato para el usufructo de la tierra colectiva. Se crean las Zonas Económicas Especiales y se abre el comercio exterior. Se inician las reformas concernientes a la dirección y administración de las empresas públicas. Se abre espacio para el trabajo independiente de artesanos y campesinos; se crean las empresas de aldeas y municipios, bajo la tuición de las administraciones locales; se permite la apertura de empresas privadas principalmente pequeñas y medianas, en parte mediante la privatización de empresas estatales desfinanciadas o inviables; se autoriza la inversión privada extranjera y la instalación de filiales de las compañías transnacionales. China ingresa a la Organización Mundial de Comercio y contrae compromisos con las grandes potencias. Se establece el mercado de capitales y se regula el mercado del trabajo. La planificación administrativa se reemplaza por la indicativa. Se define la economía socialista china como una economía mercantil planificada, basada en la propiedad colectiva. Se autoriza el funcionamiento de mercados donde compiten empresas de propiedad pública y privada. Los precios se determinan por la oferta y la demanda, reguladas por el estado.

La legalización del mercado y las garantías constitucionales a la propiedad privada de medios de producción ha dado origen a un importante sector de empresas capitalistas, tanto de origen nacional como extranjero.

Por su lado unas 500.000 empresas - dentro de un universo de decenas de millones - pertenecen a multinacionales o a capitalistas extranjeros. En el 2005 un tercio de las inversiones extranjeras procedía de Hong Kong y le seguían a mucha distancia, las provenientes de Japón, Corea del Sur, EE.UU y Taiwan. Estas no van a explotar recursos naturales, sino a aprovechar el atrasado, abundante y reducido valor de la fuerza de trabajo. Ese mismo año, las inversiones extranjeras, por muy alto que sea su valor absoluto, 53.000 millones de dólares, sólo representaron un 4 por ciento del total, es decir un complemento y no lo principal en el financiamiento de la capacidad productiva nacional.

En la industria, la producción de las empresas "colectivas" equivale al 38 por ciento del total. Una parte está controlada por los gobiernos municipales y provinciales, generalmente pequeñas y medianas. Otra parte son administradas o supervisadas, directamente o por medios indirectos, por las autoridades centrales. También en el área mixta hay empresas en que el capital estatal tiene la mayoría, dejando la minoría a capitales privados chinos o extranjeros, incluidos las filiales de transnacionales.

En el sector financiero,- bancos, seguros, bolsas, fondos de inversión - el control gubernamental es determinante. Aunque se proyecta autorizar inversión extranjera en ellos, será en carácter minoritario, respecto de la administración.

Sin duda que el Partido Comunista mantiene un rol determinante en los rumbos de la gran nación asiática. Aunque se apoya en algunas agrupaciones aliadas de modesta fuerza política y en una gran cantidad de personalidades y expertos no militantes, sus 75 millones de miembros a lo largo y ancho del país ejercen, en mayor o menor grado, con más o menos eficacia, con virtudes y defectos, la responsabilidad principal en los órganos de poder, desde la Asamblea Popular Nacional, el poder ejecutivo central, las fuerzas armadas y policiales, los gobiernos provinciales y locales y los medios de comunicación, hasta las organizaciones masivas, como sindicatos, femeninas, culturales, juveniles y comités vecinales.

El PCCH supo superar los desastres causados por sus errores de extrema izquierda. Pero, a fines de los ochenta, tendencias derechistas, con signos de neoliberalismo, y demandas para una democracia capitalista, se hicieron presente. Es lo que llevó a la crisis del socialismo real en Europa Oriental y la URSS, lo que condujo a la restauración de un capitalismo salvaje y corrupto: un retroceso que los trabajadores y los pueblos de esos países han sufrido en casi todos los terrenos. Por el contrario, el PCCH y su dirección mayoritariamente con Deng Xiaoping a la cabeza, supo mantenerse firme y a la vez flexible.

El Ejército Popular de Liberación, donde el Partido ejerce una esmerada hegemonía, más el campesinado, mayoritario en la población y gran parte de la clase obrera, apoyaron este rumbo; no se sumaron a un movimiento estudiantil e intelectual con críticas justas, pero con demandas anarquizantes o procapitalistas.

Cambios importantes se han efectuado en la organización interna del PCCH, lo que se proyectan al aparato del estado. Hay procesos graduales de democratización y de descentralización, como elecciones con presentación de candidatos en mayor número que el de cargos, control de la situación económica personal y familiar de los dirigentes, la prohibición de la permanencia vitalicia en los cargos, entre otras. Esto ha contribuido a un debate más libre y profundo sobre toda la vida del país, aunque bajo ciertas limitaciones. Han surgido tendencias neomaoístas, de nueva izquierda, feminismo, neoliberalismo, etc, como también un esfuerzo de marxismo creador.

La dirección encabezada por Hu Jintao, Secretario General del PCH y Presidente de la República y Wu Jiaobao, Primer Ministro realiza una política de rectificación y de reequilibrio.

Para mejorar la justicia social, en 2003 se inició una campaña coordinada entre gobierno, partido y centrales sindicales para poner fin a los abusos contra los obreros de empresas privadas y multinacionales. En primer término se trata de organizar nuevos sindicatos en las empresas donde no existen. El número de afiliados aumentó desde 130 millones en 2003 a 170 millones en 2007.(16) Una Comisión parlamentaria denuncia que más del 90% de las empresas multinacionales no permitía la existencia de sindicatos. Resultó emblemático el que Wal Mart la transnacional que emplea 30.000 trabajadores en China fuera obligada a aceptar su sindicalización. En Enero 2008 fue promulgada una nueva ley laboral - "una de las de más largo alcance en el mundo", según The Economist,- que amplía y garantiza los derechos de los trabajadores.

Otra de las prioridades actuales es la lucha contra la corrupción, la cual se ha intensificado en los últimos años.

"China se ha convertido objetivamente en la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del Tercer Mundo" dijo Fidel Castro durante la visita del presidente Hu Jintao a Cuba en 2004. Al otorgársele la condecoración José Martí por la "inquebrantable determinación de lucha por el socialismo" del PCCH y del gobierno chino, el texto destacó el apoyo mutuo y la colaboración estrecha entre los dos países.

Aún es temprano para juzgar "quien vencerá a quien" como decía Lenin al fundamentar su marcha de largo plazo al socialismo, con el apoyo de un sector capitalista. El PCCH admite que sólo se encuentra en "la fase primaria del socialismo". Lo que significa un largo camino por delante. Pero el viraje del último tiempo en dirección, no en aras del mero crecimiento, sino hacia la "sociedad armoniosa", "la centralidad del ser humano", "el desarrollo sostenible" y "la prosperidad común", es aprobado ampliamente por el pueblo chino.