NUEVO ORLEÁNS — Dos semanas después de que el huracán Katrina destruyó esta región, la gente todavía tienen ira con la administración Bush por demorar en ayudarlos mientras se empeñan valientemente a la lucha por reconstruir.
“Yo oí al alcalde suplicar por auxilio”, dijo Robert Mitchell mientras él y sus compañeros de equipo limpiaban escombros en la calle Royal del Barrio Francés. “Todavía, tres días después de que llegó este huracán de categoría cinco, ¿donde estaba la ayuda?”
Mitchell estaba trabajando bajo un sol caliente entre montones apestosos de basura. Él vive en West Bank, una parte de Nuevo Orleáns que se salvó de las inundaciones pero que sufrió daños por los vientos. “El jefe de la FEMA [Agencia Federal de Emergencias] sabía que venía esta tormenta, pero estaba de vacaciones. El huracán no se podía evitar. Pero las muertes y el sufrimiento que vino después se podían evitar. No hubo asistencia”.
En una recorrida de cuatro días en la zona del huracán – desde Houston a Baton Rouge y después a Nuevo Orleáns – este reportero, junto con Sam Webb, presidente del Partido Comunista, no oyó ni una palabra buena para el liderazgo de la FEMA ni de ningún otro alto oficial de la administración Bush. El alcance de esta catástrofe es enorme. Se estima que dejó un millón de gente sin albergue, 90 mil millas cuadradas de la Costa del Golfo arruinado, 293.000 casas destruidas o dañadas, y una cantidad de muertos desconocido que sigue subiendo.
El Servicio Forestal estadounidense abrió una cocina de campo en el Barrio Francés donde paramos para desayunar la mañana del 12 de septiembre. Estaba llena de tropas de la Guardia Nacional y aerotransportadas, bomberos, médicos, y trabajadores de servicios públicos de todo el país. Paracaidistas militares van de puerta en puerta en los vecindarios todavía inundados buscando a muertos. El 11 de septiembre por fin llegaron al Hospital Memorial donde encontraron 45 cadáveres.
Un trabajador de Servicios Médicos de Emergencia del condado Ashtabula en Ohio nos vacunó contra la hepatitis y el tétano – reflexión de los graves peligros en la ciudad. “Bush dice que el jefe de FEMA hizo ‘un gran trabajo’”, él dijo. “Cinco de las ocho posiciones más alta en FEMA la tienen gente que no están cualificados. Eso es criminal”, él le dijo a Nuestro Mundo.
Sentado cerca estaba Javier Rosado, uno de un puñal de gente que se negaron evacuarse. “Tengo agua embotellada, alimentos enlatados, y un generador portátil. Soy un sobreviviente”, dijo.
“Yo soy de Puerto Rico. Una vez tuvimos tres huracanes en siete días. La FEMA podía haber salvado muchas vidas si hubiesen mandado a los militares más temprano. Cuando [el huracán] Iván entró a Florida el año pasado, los militares estuvieron allí, la FEMA llegó dando dinero. Pero aquí 80 por ciento de la población es negra”. La verdad es que la FEMA paró un programa de otorgar tarjetas de banco con $2.000, forzando a las víctimas llenar páginas de formularios para solicitar ayuda financiera.
El horrible descubrimiento en el Hospital Memorial eclipsó la visita del presidente Bush a Nuevo Orleáns el 12 de septiembre. Bush se quedó en el portaaviones Iwo Jima amarrado más allá en el río. “El papel de Bush en esto fue muy terrible”, él dijo. “Yo me arrepiento haber votado por él”.
Gwen Knight, voluntaria de San Diego estaba trabajando en la cocina de campo sirviendo platos de papel lleno de revueltillo de huevos con jamón y papas picadas. Ella gesticuló hacia los restaurantes vacios, silenciosos en la calle Decatur. “Usualmente están lleno de gente”, ella dijo. “Ahora parece una ciudad abandonada y nosotros somos el único ‘restaurante’ abierto en Nuevo Orleáns. Yo dejé todo y vine aquí como voluntaria. Vamos estar aquí por 30 días, y más si nos necesitan. Hicimos lo mismo durante los grande fuegos en Nevada, dándole de comer a los bomberos”.
En Jackson Square, un equipo de 20 bomberos navajo de Fuerte Defiance, Arizona, estaban cortando árboles caídos con sierras. “Este es un área verdaderamente histórica de Nuevo Orleáns”, dijo el jefe del equipo, Marvin Sanderson. “Estamos tratando de preservar los más árboles posible de los que están aun vivo. El último desastre donde trabajamos fue el incendio forestal en el complejo Cave Creek en el norte de Phoenix”.
En la chic calle Canal con la tienda Saks Fifth Avenue, la torre Shell Oil, los hoteles de lujo Hyatt Regency, Hilton y otros, fue escena de devastación, las calles sucia con vidrio roto, cables eléctricos caídos, y un cieno que cubría el pavimento. Pero la reconstrucción ya está directa. Las calles llena de patrullas, vehículos militares de la Guardia Nacional, camiones de alcanzo alto que han llegado de todas partes del país.
La administración Bush ya le otorgó un contrato de $100 millones para la construcción al Shaw Group, empresa rica de construcción. Shaw está pasando volantes en los asilos buscando ingenieros, electricistas, y otros trabajadores capacitados para que soliciten empleo. Las próximas corporaciones a recibir contratos son Bechtel, Fluor, y Halliburton, todas empresas con estrechos lazos a la administración Bush.
La administración Bush anunció que estaba suspendiendo la ley Davis-Bacon, cosa que asegura más ganancias para los corporaciones de construcción. La ley Davis-Bacon obliga a compañías de construcción pagar un salario mínimo y beneficios mínimos según los salarios y beneficios predominante del área.
Desde la autopista elevada en la parte occidental de la ciudad, observamos extraño – barrios de clase trabajadora y gente pobre sin un ser humano, nada moviéndose, sin tráfico, algunos inundados. Viajamos millas pasando millas de tiendas, centros comerciales y gasolineras – todas destrozadas, todas vacías.
Thomas Garner, un residente de por vida de Nuevo Orleáns y empleado de una compañía de seguros, tuvo por lo menos parte de una respuesta. Él estaba sentado al frente de su televisor con otros refugiados en un asilo de la Cruz Rroja en Baton Rouge viendo a los Santos de Nuevo Orleáns ganarle a las Panteras de California en los últimos siete segundos en un partido de fútbol norteamericano.
“Después de lo que pasamos fue una inspiración que ganaron”, él dijo. “La ciudad está volviendo aun más fuerte que nunca. El gobierno federal ha sabido de la debilidad de los diques por 40 años. Todos nuestros legisladores y congresistas han estado pronosticando este desastre. Pero el gobierno federal escoge gastar el dinero en otro lugares”.
El gobierno federal apropió $62 mil millones para asistencia. “Es una preocupación grande que mucho de ese dinero no se vaya usar para el propósito de reconstruir, sino para llenar los bolsillos de alguien”, dijo Garner. “Necesitamos asignar dinero a la gente que lo necesitan”.
Él criticó la decisión que Bush tomó en revocar la ley Davis-Bacon. “Darle empleo a los trabajadores reconstruyendo esta región. Páguenle el salario que se merecen”, él dijo. “Ellos gastarán ese dinero y eso ayudará reconstruir la ciudad”.
Culpan a Bush mientras limpian ciudad