Es complicado: el presidente Obama y la construcción de un movimiento de masas

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Hay unos pocos a la izquierda que dicen que la falta de un movimiento de masas a la escala de los años 1930 y 1960 se debe al hecho de que todavía hay millones de norteamericanos que creen que el presidente es agente de cambio progresista.

Lo consecuente de esta teoría es que el papel de progresistas y los de izquierda debe ser uno de desenmascarar despiadadamente las políticas y las pretensiones progresistas del presidente, lo que en su turno disolvería a las ilusiones que tenga la gente sobre él y provocaría una ola de ira masiva por todo el país.

Pero, ¿tiene razón esto?

Creo que no. Y les voy a decir por qué.

Es complicada la construcción de un movimiento de masas a la escala de las de los años 1930 o 1960. Hace falta un objetivo gran angular para capturar a sus muchos aspectos.

Antes de responsabilizarlo al presidente por la escala inadecuada del movimiento popular en estos momentos hay que tomar en cuenta el impacto de tres décadas de embestidas ideológicas ultraderechistas.

Hay que considerar los cambios estructurales en la economía norteamericana que han dejado devastado, socialmente atomizados y políticamente debilitados a los centros tradicionales del poder obrero y popular.

Hay que tomar en cuenta a los ataques sin precedentes contra afronorteamericanos  y otras comunidades de color, desde la elección de Reagan.

Hay que reconocer la realidad de un movimiento sindical más pequeño, gracias en gran parte a los recortes económicos, a la reubicación de la producción, y a una fiera ofensiva antisindical ultraderechista.

Tenemos que tomar en cuenta al impacto a la conciencia popular de la intensificación ideológica del racismo, al machismo, a las embestidas antiinmigrantes y la homofobia durante los años recientes.

Hay que incluir en nuestro cálculo político los efectos negativos de la globalización capitalista sobre la conciencia, la unidad y la capacidad de la clase trabajadora.

Hay que tomar en cuenta las consecuencias para nuestra sociedad de la militarización de esa sociedad .

Tenemos que anotar el control y el dominio que tiene la clase capitalista sobre los medios de comunicación y sobre la educación.

Tenemos que reconocer que frente a las crisis la gente puede recurrir a soluciones individualistas al igual que a las soluciones colectivas.

Tenemos que reconocer al peso de la fuerza de hábito y a la inercia.

Tenemos que apreciar que el presidente opera en medio de una competencia compleja de fuerzas sociales y de clase, algunas de ellas, en especial la ultraderecha, resueltas a sabotear a su presidencia.

Y tenemos que poner en alto relieve al hecho de que los movimientos de izquierda y progresistas todavía están muy pequeños como para ejercer una influencia decisiva y sostenida sobre la dirección política de la nación. Afróntenlo. Todavía andamos predicando a los ya convencidos.

La naturaleza variada del proceso del cambio no es razón por quedarnos con brazos cruzados de pura frustración, ni revertirnos a explicaciones simplificadas, en este caso un liderazgo presidencial problemático, por las dificultades de construir un movimiento progresista de masas.

De hecho yo propondría que el movimiento actual ya tiene potencialidades para eclipsar a los movimientos de los años 1930 y 1960 tanto en términos de tamaño y composición social, que en conciencia política y poder social.

¿Quién hubiera pensado en 1920 o en 1950 que pocos años después surgirían movimientos populares de gran escala y fuerza enorme, suficientes para realinear a la política nacional?

Pero eso es lo que pasó cuando muchos factores previstos e imprevistos se juntaban de tal manera que el país fue sacudido por explosiones sociales masivas y se escribían en los libros de la historia nuevos capítulos de cambios progresistas.

Enfrentaban esos movimientos a sus propios factores complicados, incluyendo al surgimiento del fascismo en la década de los 1930.

¿Acaso debemos creer que de alguna manera resultarían menos complicados o menos factibles en nuestros momentos el proceso del cambio progresista y la construcción de un movimiento de masas con capacidades transformativas?

Uds. ya saben cuál será mi respuesta.

Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista de los Estados Unidos.

swebb@cpusa.org

Foto: Teresa Albano/People's World