WASHINGTON — A pesar de una fuerte defensa por parte de George W. Bush, ex oficiales militares de alto rango siguen sus demandas a que se despida al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por su papel en el desastre de la invasión y ocupación de Irak.
Hasta el momento siete generales jubilados del ejército y de los Marines los que se han unido al llamado a que se vaya Rumsfeld. Ninguno ha dado paso atrás frente a los esfuerzos de la Casa Blanca y del Pentágono por intimidarlos.
El Pentágono un informe de una sola página alegando que los siete solo constituyen a un pequeño porcentaje de los 8.000 generales activos y jubilados. Pero el coronel jubilado Dan Smith del Ejército de EEUU, experto en asuntos militares para el Comité Nacional de Legislación de los Amigos [Quakers], dijo a Nuestro Mundo, “No importan los números. Lo que sí importa es que los cuatro generales que tuvieron que ver directamente con la planificación de la guerra o que andaban en suelo Iraquí ya están ‘validando’ a las muchas acusaciones de que Rumsfeld es el principal responsable del desastre en Irak”.
En todo esto, Rumsfeld se substituye a Bush, verdadero objetivo del creciente coro de críticas entre oficiales militares activos y jubilados, dijo Smith. “El secretario de Defensa aconseja al presidente. Pero, a fin de cuentas, no toma las decisiones. Quien toma decisiones es el presidente. Quitar a Rumsfeld no resolvería el problema básico. Tienes que cambiar la política, y por eso se entiende la oficina presidencial. Para comenzar, hace falta una declaración clara de que vamos a retirar a todas las fuerzas militares y bases militares norteamericanas de Irak. Somos parte del problema. Contribuimos nosotros a la inestabilidad y a la inquietud”.
Advierte que Bush ya manifiesta su predisposición por atacar a Irán, extendiendo aun más las llamas de la guerra.
El general de Marines Anthony Zinni dijo a CNN que hay que pedirle cuentas a Rumsfeld por “tirar a la basura 10 años de planificación, planes que debían haberse tomado en cuenta para comprender lo que íbamos a enfrentar con una ocupación de Irak”. Declaró al New York Times el mayor Charles H. Swannack Jr, comandante de tropas en Irak hasta 2004, “No creo que sea el secretario Rumsfeld la persona precisa para dirigir a la guerra, en vista de su fracaso absoluto en el manejo de la guerra contra Saddam en Irak”.
Entre los otros militares jubilados están los generales Wesley Clark, John Riggs, John Batiste y Paul Eston, todos del Ejército. Muchos de los oficiales recuerdan el papel de Rumsfeld en la despedida en 2003 del general Eric Shinseki, en aquel momento Jefe del Estado Mayor del Ejército, por decirle al Congreso que ocupar a Irak necesitaría a “varios cientos de miles de tropas”, y no la fuerza mucho menor que envió Rumsfeld. Así es que la mayor parte de los oficiales militares se oponen a Rumsfeld por su manejo de la guerra, pero no a la guerra misma, y lanzan acusaciones porque la ocupación se ha transformado en un desastre.
Una excepción puede ser el general de Marines Grez Newbold, que renunció en 2002 como protesta a las preparaciones bélicas de Bush. “El general Newbold llegó tan cerca que nadie al rechazo de la necesidad de una guerra con Irak”, declaró Smith. “Expresa él un punto de vista de que los que no tienen experiencia de la guerra mandan al combate de manera caballeresca a la gente, pero resulta que no están presente esos para enfrentar a las consecuencias ni para sepultar a los caídos”.
Los militares jubilados se mantienen en estrecho contacto con oficiales activos que, según se cree, comparten su ira por los errores arrogantes de Rumsfeld. El teniente general John R. Vines, militar activo y ex comandante de las fuerzas de la coalición en Irak desde enero de 2005 hasta enero de 2006, dijo a una audiencia del Instituto Washington el 11 de abril que durante el otoño de 2004 había participado en la producción de un reporte militar de que la insurgencia en Irak gozaba del apoyo de “millones” de sunnitas “que rechazan la autoridad del Gobierno Interino”.
Mientras no se considere legítimo el gobierno iraquí, añadió Vines, “no desaparecerá el problema de la insurgencia”. Pero esta conclusión fue rechazada por Rumsfeld y por el vicepresidente Dick Cheney, que veían a la insurgencia como unos “rezagados” del régimen derrotado de Saddam Hussein, careciendo de cualquier apoyo popular.
Dijo Smith a Nuestro Mundo que crece la tensión entre congresistas republicanos y el presidente. “Si ya para el Día del Trabajo nos encontramos todavía empantanados en Irak, pueda haber un esfuerzo concertado por lograr la salida de Rumsfeld”, declaró. Bush ya no tiene que responder a los votantes, dijo, pero hay “gran preocupación” entre los congresistas republicanos de que, debido a su ira sobre Irak, los votantes los puedan echar de sus puestos en las elecciones del 7 de noviembre.
Smith rechazó argumentos de que las declaraciones de los militares amenazan al control civil de las fuerzas armadas, un temor que Bush explote para silenciar a la disidencia en las filas militares. “Absolutamente no hay consideración ninguna de que alguien anda confeccionando un golpe militar”, dijo.
Hace dos años había demandas de que despidan a Rumsfeld por su papel en la autorización de la tortura de detenidos por parte de personal militar norteamericano en la prisión Abu Ghraib en Irak, en el centro de detención de Guantánamo en Cuba, y en otros sitios secretos alrededor del mundo.
Ofreció Rumsfeld en dos ocasiones su renuncia por esos crímenes, pero Bush rechazó bruscamente a estos ofrecimientos. En un informe de prensa del Pentágono, un reportero le preguntó a Rumsfeld sobre las razones por qué ahora no había metido de nuevo su renuncia.
“Puedes calificarlo como idiosincrásico,” respondió él tajadamente.
Generales se mantienen firmes: ¡Que se vaya Rumsfeld!