WASHINGTON — Soldados heridos y la esposa de un soldado hablaron ante una vista pública en la Cámara de Represenantes el 5 de marzo de los problemas que tuvieron para conseguir ayuda en el Centro Médico Walter Reed, mientras que un memorando del congresista Henry Waxman desenmascaró los recortes que un contratista privado hizo en el personal de ese hospital del Ejército.
Con lágrimas cayendo, Annette McLeod, esposa del cabo Wendell McLeod, habló de su esposo que salió para Irak como un hombre normal y retornó con una herida en el cerebro que lo ha incapacitado severamente. A pesar de eso, ella dijo, gente del Walter Reed trataron de negarle beneficios médicos, diciendo que él tenía una “condición preexistente” y que él “no trata lo suficiente” cuando le hacen exámenes diagnósticos.
“Mi vida fue desbaratada por lo que pasó en el Walter Reed”, ella le dijo a la subcomisión sobre Seguridad Nacional y Asuntos Extranjeros. “Así es como tratamos a nuestros soldados. Ellos van a pelear, ponen sus vidas en peligro, y cuando regresan reciben cero por ciento” de beneficios por incapacidad, ella declaró.
El especialista Jeremy Duncan perdió un ojo, sufre de un pescuezo lesionado, y por poco pierde su brazo izquierdo de una explosión de bomba. Cuando llegó al Walter Reed él fue asignado al infame Edificio 18, lleno de excremento de ratones, cucarachas muertas, moho, y techos con agujeros. “No servía como sitio de vivir para nadie una habitación como esa”, dijo él. “Eso fue cuando me comuniqué con el Washington Post”.
El sargento John Shannon, con un parche de ojo con un corazón morado bordado en él, dijo que fue designado como un paciente externo cinco días después de regresar de Irak gravemente herido. Él dijo que los oficiales del Pentágono deben tomar responsabilidad, “admitir sus errores y trabajar para arreglarlos hasta que los despidan”.
Varios legisladores se enfocaron en un memorando escrito en septiembre del 2006 por un oficial del Walter Reed, Peter Garibaldi. En este Garibaldi describe el éxodo de “personal altamente calificados y experimentados”. Su memorando advierte que “servicios de cuido para los pacientes” está a punto de quebrarse.
En enero 2006, el Walter Reed contrató a IAP Worldwide Services, una empresa notoria por su fallo en proveer hielo al área del Golfo de Méjico destruido por el huracán Katrina. El contrato era de $120 millones y por cinco años.
Esta compañía está encabezada por Al Neffgen, un ex gerente de Halliburton que dio testimonio el julio 2004 defendiendo los cargos exorbitantes de Halliburton por servicios a las tropas en Irak y la entrega de combustible.
El representante Waxman, presidente de la comisión, le escribió al general de división George R. Weightman que explicara el memorando de Garibaldi cuando diera testimonio. Weightman fue despedido como el comandante del Walter Reed.
“De acuerdo a fuentes multiples”, escribió Waxman, “la decisión de privatizar los servicios de apoyo en el Walter Reed” resultó en una rebaja de personal de más de 300 empleados federales a menos de 60. “A pesar de esto, IAP reemplazó a los 60 empleados federales que quedaban con solo 50 empleados de IAP”.
Mientras cuestionaba a Weightman y al Cirujano General del Ejército Kevin Kiley, Waxman declaró, “Hemos contratado tanto [a empresas privadas] en esta guerra. Tenemos mercenarios en vez de Fuerzas Armadas estadounidenses. Estamos en Irak, sobrepagando por el trabajo de los contratistas y aquí proveyendo menos servicios a los soldados”.
La comisionada residente del Distrito de Colombia apuntó a que ella representa a los trabajadores del Walter Reed. “Yo tengo empleados que vienen a mi porque yo represento a Walter Reed. Mi pregunta tiene que ver con la prudencia de privatizar todo excepto lo clínico en medio de una guerra. ¿No hubiera sido mejor no privatizar la mano de obra cuando seguramente dispersarían?”.
El general Kiley contestó, “Sí que aumentó la inestabilidad”, y el general Weightman, “Absolutamente”.
La decisión de privatizar empeoró la previa decisión del gobierno Bush de cerrar al Walter Reed permanentemente para el 2001 y construir un centro médico, que costaría $10 mil millones, para todos los servicios militares a ocho milla del Walter Reed. Cientos de médicos y otro personal calificado se fueron del Walter Reed en busca de empleo en otros sitios.
Cuando el congresista de Iowa, Bruce Braley, le preguntó al general Kiley, “¿Tenemos por qué cerrar al Walter Reed?”, Kiley respondió, “Yo recomendé en contra de cerrarlo. Pero la decisión fue del secretario de Defensa [Rumsfeld]. El presidente lo aprobó”.
Hospital reduce servicios al privatizar