La expulsión de Cuba no se lava con decir, borrón y cuenta nueva. La cuenta nueva es la que se ha abierto con el “Grupo de Río” donde no hay un perro guardián que imponga su omnímoda voluntad.
En Brasil se acaba de reunir el llamado “Grupo de Río” un foro abierto y representativo en la que participaron los jefes de Estado de todo el continente americano con la excepción del Presidente de los Estados Unidos, puesto que este país no forma parte de este cónclave integrado por 33 naciones del hemisferio occidental.
Esta trascendental reunión sirvió de escenario para recibir como nuevo integrante del “Grupo de Río” a la representación del gobierno cubano cuya presencia estuvo encabezada por el general Raúl Castro, nuevo presidente de la República de Cuba.
La bienvenida oficial al “Grupo de Río” estuvo a cargo del Presidente de la república de México Felipe Calderón, cuyo gobierno se tiene como el más cercano aliado de Estados Unidos en todo el continente americano y cuya posición política e ideológica está bien lejos a la de Cuba, lo que no es obstáculo para que ambas naciones mantengan las más respetuosas relaciones.
Y como primer acuerdo del “Grupo de Río” una vez establecida la incorporación de Cuba a eso foro latinoamericano fue la de instar al gobierno de Estados Unidos a que elimine de su política exterior esa Ley de Embargo contra Cuba que es el principal obstáculo para que se restablezcan las relaciones normales entre Washington y La Habana, cosa que es el deseo de todas las naciones del continente americano. La petición formal al gobierno de Estados Unidos la hizo el presidente de Brasil, Ignacio Lula Da Silva a nombre de un país que nadie puede considerar como enemigo de Estados Unidos si bien de la misma forma puede ser calificado de amigo de Cuba y del gobierno revolucionario cubano.
Haciendo historia podríamos recordar que en los comienzos de la década de los años sesenta del siglo pasado, el gobierno norteamericano de entonces logró con sus fuertes presiones económicas e influencias diplomáticas aislar a Cuba del resto de las naciones latinoamericanas que con la sola excepción de México, todas rompieron sus relaciones diplomáticas con el gobierno revolucionario de la isla así como la expulsión de la representación cubana de la Organización de Estados Americanos, la tristemente célebre OEA, una dócil institución con sede en Washington que a lo largo de sus años de existencia ha servido como instrumento dócil en favor de los dictados del gobierno de Estados Unidos.
Cuba sigue hoy sin que su nombre figure entre las naciones miembros de la Organización de Estados Americanos. El viejo agravio de su expulsión de ese organismo no se lava con simplemente decir, borrón y cuenta nueva. La cuenta nueva es la que se ha abierto con el ”Grupo de Río” donde no hay un perro guardián que imponga a los demás su omnímoda voluntad como si se tratara de un viejo Ministerio de Colonias.
No se trata de matar a la OEA, nada, de eso. Es que la OEA como tal es un organismo obsoleto sin razón de existencia desde que quedó ampliado con Cuba el “Grupo de Río”. Para decirlo en una frase: La OEA está muerta y no lo sabe. Falta solo enterrar su cadáver. Manosa la obra, que para luego es tarde.
Max Lesnick es un periodista cubano radicado en Miami, Florida
Analisis > La OEA: Muerta y no lo sabe