Hace meses era evidente que la administración Bush estaba perdiendo su iniciativa. El capital político tan alabado de Bush había perdido mucho valor.
Las tensiones y divisiones era evidente en el Partido Republicano — no una rebeldía abierta, sino que la unidad que tenía la administración Bush y el Partido Republicano es menos evidente.
A la misma vez, la resistencia a la política de la administración estaba creciendo, mientras las encuestas de opinión pública está bajando.
Al nivel internacional, la predilección de la administración por el unilateralismo y la fuerza estaba viéndose con resistencia en todas partes del mundo.
Contrario a los conceptos de los neoconservadores, el uso del poder militar abrumador no tuvo éxito en establecer un estado cliente dominado por EEUU en Irak – y mucho menos en establecer un nuevo Siglo Americano.
¿Quién hubiese pronosticado que una tormenta empezando en el Atlántico iba a convertirse en un huracán poderoso que pasaría por los estados del Golfo con tanta fuerza destructiva y mortal?
¿Quién hubiese adivinado que la administración Bush respondería con tanta indiferencia e incompetencia a las dificultades de los cientos de miles en la región del golfo, y Nuevo Orleáns en primer lugar?
¿Quién podría ver las acusaciones y escándalos que están envolviendo a la Casa Blanca y al Partido Republicano este otoño.
¿Quién hubiese pronosticado fácilmente el subir rápido de los precios del petróleo y gas con sus implicaciones desastrosas para el invierno que llega?
¿Quién hubiese anticipado el rencor y las divisiones entre Bush y muchos de sus partidarios conservadores sobre su nombramiento de Harriet Miers para el vacante en el Tribunal Supremo?
La unión de todo esto — dentro de la desaprobación de la privatización del Seguro Social, ansiedad generalizada sobre la economía, una guerra que tiene menos popularidad, y un resurgimiento del movimiento de paz — ha puesto a la administración Bush en la defensiva.
Algunos preguntan si ¿se le acabó el juego?
Todavía no, en mi opinión, pero Bush, está claro, habla con menos autoridad política y moral.
Para hacer la situación aun más peor para Bush, la situación en Irak se puede deteriorar aun más, las acusaciones federales contra Karl Rove, Scooter Libby y otros pueden ser formuladas pronto, la corrupción puede llegar hasta la Casa Blanca.
Se debe decir que ni Bush ni sus compinches en el Congreso ni los derechistas de las corporaciones que lo apoyan se va a ir voluntariamente. En verdad, estamos viendo el empezar de un contraataque.
Este contraataque del Partido Republicano no sorprende, pero es una cosa tener un plan y otra ejecutarlo.
Para empezar, millones de gente están viendo al mundo con un lente diferente político ahora. Una ira justificada está en el ambiente y la gente se siente más valiente. Hasta el Partido Demócrata y los medios de comunicación están enseñando valentía. La participación de masa en favor de la paz el 24 de septiembre y la reacción positiva del pueblo norteamericano a la valentía de la crítica de la guerra y madre [que perdió su hijo en la guerra] Cindy Sheehan, son simbólicos a la disposición de tomar acción.
Mientras tanto hay pocas señales en el horizonte de que la caída de Bush va a cambiar, si acaso.
Todo esto le da fuerza a las iniciativas populares, ambos para bloquear las medidas reacionarias del Congreso republicano y para apoyar a las progresistas de los demócratas. Crea oportunidades para poner fin a la ocupación de Irak, para bloquear la nominación de Miers, para dirigirse a las cuestiones de pobreza y racismo que se vieron en los vientos de Katrina, y para tomar el control del Congreso de las manos republicanas en el 2006. Quizás, aun más importante, sienta la base para una contraofensiva de clase trabajadora y popular contra la ofensiva antidemocrática, derechista que ha arruinado por muy mucho tiempo el panorama político, económico y social de nuestro país.
Sam Webb (swebb@cpusa.org) es presidente del Partido Comunista de EEUU.
Una administración en crisis