Primera de dos partes
Hace unas semanas que la administración Bush anunció una nueva política estratégica-militar, llamada, “Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos,” que, diciéndolo sin rodeos, es un pagaré para la guerra interminable y calamitosa.
En realidad, las perspectivas estratégicas de esta política ya aparecieron en papeles de posición anteriores. Desde comienzos de los años 1990, y tan recientemente como hace dos años, ciertos documentos llevando una semejanza notable a la nueva política habían sido discutidos entre los círculos superiores de nuestra clase dominante nacional.
Las versiones más tempranas, sin embargo, nunca se hicieron la política oficial del gobierno. Un documento escrito durante los últimos días de la administración de Bush padre y revelado al New York Times, había sido recibido con una tormenta de críticas, pero versiones más recientes jamás atrajeron gran atención fuera de un pequeña camarilla de ideólogos de ultraderecha, incluyendo a muchos de los actuales responsables de la administración Bush.
¿Qué motiva la silenciosa oposición inicial a básicamente el mismo documento ahora? ¿Porqué es que esta última incarnación de esta doctrina, desacreditada hace ya una década, es ahora política oficial?
Una cosa es que los autores de la política, desde la primera hasta la última versión, son los que principalmente hacen la política exterior de la administración Bush.
Pero aun más importante, el intento terrorista del 11 de septiembre cambió el ambiente político tanto que la administración Bush pudo neutralizar o ganarse por miedo a sectores del pueblo norteamericano y la clase dominante. Si no hubiese habido un ataque, estarían opuesto a tal cambio peligroso y provocativo en nuestra política estratégica-militar.
Sin duda alguna, los gobiernos anteriores de EE UU no fueron los corderos en el ámbito internacional. El uso de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki en 1945 y el bombardeo implacable contra Yugoslavia a mediados de los años 1990 encuadran cinco décadas de intervención encubierta y abierta contra estados y pueblos.
Pero, aún así, el ver nada más las semejanzas entre la política de gobiernos pasados y de la administración actual es perder lo más importante: que la nueva doctrina de la administración Bush constituye una rotura cualitativa con los fundamentos de la política exterior norteamericana que ha existido desde la época de la guerra fría.
O, para decirlo de otra manera, la nueva política representa no sólo un ajuste sútil, pero más bien un cambio radical de doctrina. Con esto se aumenta el peligro de agresión, militarismo, y guerra hasta un nivel completamente nuevo. Con el objetivo no tan desinteresado de “cambio de régimen,” se les pone en peligro la vida y la subsistencia a millones de gente. Casi inevitablemente, se exacerbará el peligro terrorista dentro y fuera de nuestro país. Y en un momento cuando proliferan las armas de destrucción masiva, la destrucción del mundo entero viene ser una posibilidad verdadera.
Dejando a un lado los ataques terrorista del 11 de septiembre por un momento, ¿qué motiva esta nueva doctrina estratégica? Sin agotar las razones, cuatro tengo en mente.
Primero, esta nueva política estratégica está ligada con el predominio de los sectores más derechistas del capital transnacional y su control de las principales ramas del estado federal.
Y aunque la globalización capitalista tiene tendencias que la mueve hacia la agresión y la guerra imperialista, y aunque el Partido Demócrata tiene su propio récord de imprudencia y militarismo, ninguno puede adecuadamente explicar este gran cambio de política. Lo decisivo fue el papel de la extrema derecha en hacer este cambio.
Segundo, la desintegración de la Unión Soviética hace una década quitó a un rival estatal capaz de enfrentar e impugnar las acciones agresivas del imperialismo norteamericano. No es casual que el pensamiento inicial en cuanto a esta nueva política militar-estratégica coincidió con el derrumbamiento del socialismo soviético.
Tercero, la fuerza militar aplastante del imperialismo norteamericano con respecto a sus amigos y enemigos le confiere una ventaja enorme; en realidad, históricamente sin precedentes; para formar y reformar al mundo a los intereses de las corporaciones transnacionales norteamericanas. Según los eruditos de asuntos internacionales, nunca antes había existido un estado con tal grado de ventaja.
Finalmente, el nivel nuevo de globalización capitalista, la crisis de la economía global y la intensificaron de la competición entre los capitalismos rivales por los ya sobrecargados mercados globales empuja a la clase dominante norteamericana, y en particular a su sector más reaccionario, a perseguir una política más agresiva. En pocas palabras, trata de utilizar su superioridad militar y política para alcanzar una posición inmensamente más fuerte a nivel económico.
¿Cuáles son algunos de los rasgos principales de esta nueva doctrina?
* Quizás lo mas amenazante es que las armas nucleares son ahora armas de primera, y no de última, instancia. Su utilización ya está prevista en una amplia gama de teatros militares. En el pensamiento torcido de la administración Bush, “guerra nuclear limitada” ya no es una contradicción, pero más bien una política preferida.
* Golpes preventivos ya conforman un método legítimo y hasta favorecido de guerra contra estados que supuestamente representan una amenaza a EEUU.
* Una postura unilateral, de acción independiente, se prefiere sobre el multilateralismo. Uniendo una coalición de gobiernos que piensen iguales en favor de la acción militar se utiliza o se descarta dependiendo de las circunstancias.
* Lo esencial es evitar la aparición de cualquier poder estatal rival, sea quien sea, amigo o enemigo.
*La máxima prioridad es transformar a las fuerzas militares de EEUU, aumentando aún más su ya contundente ventaja sobre su competidor más cercano.
* La ley internacioanl, los tratados y las obligaciones internacionales se deben pasar por alto si limitan a Estados Unidos su capacidad para actuar de manera decisiva dondequiera y cuando quiera que sea.
* Importa menos la diplomacia y la estabilidad en las relaciones internacionales. De hecho, se ve a la inestabilidad como algo que bien puede ofrecer ocasiones oportunas para proyectar el poder militar norteamericano hasta las esquinas más lejanas del mundo.
* La idea que las fuerzas militares de EEUU pueden combatir en solo uno o dos conflictos a la misma vez está descartada.
* EEUU se reserva el derecho de vigilar, castigar, y aniquilar con fuerza abrumadora a las naciones y a los pueblos que se consideran como “enemigos de la civilización.”
Con esta nueva orientación política-militar, los que toman las decisiones en la Casa Blanca buscan un cambio cualitativo y permanente en el equilibrio mundial de fuerzas, para que el imperialismo norteamericano y sus corporaciones transnacionales puedan llegar a la dominación absoluta del mundo entero a corto y largo plazo.
Portavoces de la administración Bush no son tan honesto para admitir esto abiertamente. En vez, ellos esconden su nueva política y objetivos detrás de la retórica de combatir al terrorismo y las nuevas amenazas a la seguridad.
Un año atrás poca gente se hubiese opuesto a esto. Pero un año sí hace una diferencia. Voces disidentes cada vez más insistentes - desde congresistas respetados y observadores políticos, hasta un creciente número de norteamericanos ordinarios, cuestionan las ambiciones globales de la administración Bush.
Este artículo está basado en la palabras de apertura a la reunión de la Junta Nacional del Partido Comunista de Estados Unidos el 21 de septiembre que se celebró en la ciudad de Chicago. Sam Webb es presidente nacional de dicha colectividad política. Se puede comunicar con él al swebb@cpusa.org. La segunda parte aparecerá en Nuestro Mundo la próxima semana.
Una amenaza a la humanidad – La nueva doctrina militar de Bush