El primero de marzo pasado se cumplió un año del bombardeo de la Fuerza Aérea Colombiana a un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en territorio ecuatoriano. Desde entonces las relaciones entre los dos países están interrumpidas y no hay señales de que se vuelvan a reanudar en el futuro cercano. Los países de América Latina en su afán de promover la solución de controversias por medios pacíficos, a raíz del ataque, promovió un Encuentro de los Presidentes de los Países de América Latina en Republica Dominicana en la cual Colombia reconoció que esta acción fue una contravención a la soberanía territorial de un país hermano. ¿Qué antecedentes históricos dio lugar a este nefasto acontecimiento?
El actual gobierno de Colombia, bajo Álvaro Uribe, obtuvo el triunfo en las elecciones de su país en el 2002 con la bandera de que iba a acabar con la guerrilla en armas. El Plan Colombia ya venía de atrás con el propósito de combatir la guerrilla y erradicar el negocio de la droga. El programa de mano dura del mandatario colombiano encontró un soporte incomparable en el mandatario norteamericano George W. Bush, cuyo gobierno creó la Doctrina Bush del Ataque Preventivo de legítima defensa ante cualquier amenaza a sus intereses en cualquier parte del mundo. Estos dos gobiernos no solamente coincidían en sus tácticas políticas sino en sus más hondos planteamientos filosóficos de índole conservadora con respecto a la vida, la sociedad y el uso del poder político y militar. Como corolario final, el ministro de Defensa colombiano Santos declaró, en un alarde de grandiosidad durante las celebraciones del aniversario de este bombardeo, que la doctrina del Ataque Preventivo en legítima defensa esta siendo aceptado en todos los confines de la tierra. Esto obligó al presidente Uribe a desautorizarlo, indicando que ese tipo de declaraciones le corresponde al ministro de Relaciones Exteriores colombiano.
Sin embargo, la política del gran garrote que había desplegado el presidente Bush quedó derogada con la elección del candidato del Partido Demócrata Barack Obama quien a continuación revierte esas políticas retrógradas, reaccionarias y obscurantistas, no solo en el ámbito del derecho internacional, de las relaciones entre los países, sino en el de política social y económica.
El vil acto de agresión que sufrió la nación ecuatoriana a manos de un régimen político cobarde, que lejos de reconocer que el conflicto político que vive su país desde hace 40 años, requiere de una dirigencia política de fuerte temple que se avenga a dialogar con la guerrilla sobre los puntos que se ha puesto sobre la mesa: tenencia de la tierra. El Instituto Geográfico Agustín Codazzi (junio 2008) ha señalado que el 1,4 por ciento de los propietarios de tierras, posee el 65,4 por ciento de la tierra cultivable. Y la concentración en la tenencia de la tierra se incrementa por el desplazamiento forzado de los campesinos colombianos. Esto significa reforma agraria, por encima de los lloriqueos de los terratenientes y hacendados que son los que han dominado la política en todos nuestros países de América Latina por supuesto, para justificar su acción política y mantener el statu quo de su régimen social, político y económico, se dan a la tarea de las ejecuciones de oponentes, desapariciones forzadas de los enemigos, las cárceles llenas de los inconformes y finalmente, la persecución se ejecuta aun extraterritorialmente, fuera de sus limites patrios, en las naciones vecinas, violando el principio de derecho internacional de la soberanía de las naciones.
Hay una palpable esperanza de que el régimen democrático de Barack Obama que recién se inaugura proyecte su filosofía humanista a estos rincones del continente donde aun quedan dictadorzuelos fascistas y volvamos al estado de derecho, como lo piden las Naciones Unidas. Las relaciones diplomáticas entre Ecuador y Colombia se restablecerán cuando los pueblos de Ricaurte y Espejo se encuentren en un plano de respeto para celebrar mutuos actos heroicos como la Batalla de Tarqui en la que tropas colombianas, ecuatorianas y venezolanas al mando de Antonio José de Sucre se coronaron de gloria en 1829. Ya hemos superado esas etapas históricas, pero todavía quedan muchas batallas que librar para acabar con la pobreza, el analfabetismo, las enfermedades, la deuda externa, la discriminación étnica, la mente colonial de nuestros pueblos de América Latina.
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