Cualquier gobierno democrático tiene la responsabilidad de proteger la salud y el bienestar de sus ciudadanos y especialmente el prevenir que los intereses de nuestros menores sean explotados por el sector privado para su ganancia y cualquier otra razón. Esto podrá sonar como algo lógico, pero los gobiernos del mundo, incluyendo los Estados Unidos de Norte América, han sido muy flexibles en permitirle a estas compañías la manufactura, propaganda y venta de alimentos para nuestros menores, a pesar de que conocen los daños a la salud y las consecuencias que éstos les ocasionarán en el futuro.
De acuerdo con Science Daily, los científicos de la Universidad de Liverpool en el Reino Unido ha demostrado que menores que ven programas televisivos que promueven el consumo de comidas que dañan la salud (aquellas que contienen muchas grasas, sal, y azúcar) han desarrollado un deseo a consumir estas comidas en vez de comidas alternas que son más saludables y nutritivas.
En el estudio participaron menores de seis a trece años que fueron expuestos a una serie de dibujos animados y después expuestos a cinco minutos de propaganda que promovía publicidad de juguetes o cinco minutos de publicidad sobre alimentos chatarra. En seguida, los menores fueron permitidos escoger que tipo de comidas querían de unas listas que incluían comidas saludables y chatarra, incluyendo famosas marcas y nombres de alimentos populares. Los menores optaron significativamente por consumir alimentos chatarra después de ver dichos anuncios, pero no después de los anuncios de juguetes.
Emma Boyland, una de las autoras del estudio, dijo, "La obesidad de menores es hoy en día una de las mayores preocupaciones alrededor del mundo. Nuestros estudios enfatizan que hay conexiones globales entre los anuncios televisivos, preferencias alimenticias, y su consumo. Esto va mas allá que los efectos de una marca, incrementando así la preferencia que los menores tienen por comidas chatarra - no solo aquellos que fueron demostrados en los anuncios."
Si estas conclusiones se reafirman, significará que nuestros gobiernos deberán prohibir dichos anuncios que son destinados a menores. También deben de evitar la producción y venta de dicha comida chatarra en su totalidad. El propósito de la alimentación es el de proveer de una nutrición saludable a los consumidores de dichos alimentos, no para enriquecer a las corporaciones. Es simplemente irracional e inmoral el permitir a compañías privadas enriquecerse por hacer obesos e insaludables a millones de niños alrededor del mundo.
Las sugerencias de Ms. Boyland no son tan fuertes como las que yo sugiero. Ella argumenta que limitando el tiempo que los menores dedican a ver televisión, por ejemplo, podría ser una solución ya que sólo menores que vieron la televisión por más de 21 horas mostraron ser afectados negativamente por los anuncios de alimentos. De cualquier forma, estudios receintes demostraron que los adolescentes en los Estados Unidos pasaron alrededor de 20 horas a la semana viendo televisión, pero 30 por ciento de los adolescentes en estos estudios pasaron alrededor de 40 horas. Estoy seguro que otros países tendrán otros resultados.
Cualquier sea el caso, Boyland concluye diciendo, "Este estudio demuestra que los menores son mucho más propensos a comer comida chatarra si ven mucha televisión. Esto sugiere que sería beneficioso reducir la cantidad de televisión que los menores ven. Estos hallazgos también implican que debe regularse la publicidad que promueve alimentos para menores. Un ejemplo de regulación efectva sería prohibir que los menores sean expuestos a promociones para alimentos altos en grasa, azúcar y sal despues de las 9 pm, horas populares en que las familias ven la televisión.
Esto sería un buen comienzo, pero a la vez, un gobierno que realmente se preocupa por su gente implementararía una prohibición de todos los productos de comida chatarra en primer lugar.