Parece que la palabra “recesión” ya no basta para describir la crisis que sufren los trabajadores hoy en día.
En épocas pasadas, quiso decir “recesión” una baja económica, desempleo y la necesidad de hacer más con menos hasta volver a días mejores.
Pero la súper recesión actual nos está golpeando más duro que en la mayoría de las recesiones anteriores.
Indican las figuras oficiales que unas 7.000 familias al día ya pierden sus hogares por ejecuciones hipotecarias.
Desde enero, los patrones les han tirado a 500.000 personas al basurero de desempleo. Según versiones oficiales, ya tenemos a casi 3 millones más desempleados desde que George W. Bush llegó a la presidencia.
Subió el índice de precios al consumidor en 1,1 por ciento en junio, el salto mensual más alto desde 1982. Significa esto un índice de inflación anual de 13,3 por ciento.
Subieron los precios de energía y combustibles en un 6,6 por ciento en junio, que equivale a una tasa de inflación anual de 78,2 por ciento.
Desde el año pasado los trabajadores han reducido su demanda por el petróleo en un 25 por ciento o más. Aun así casi no hay esperanzas de que caiga el barril del llamado “oro negro” a largo plazo debajo de $140, $50 más que hace un año, desmintiéndoles por completo a los que nos predicen que un mercado libre de oferta y demanda nos resolverá todos los problemas.
La compañía automotriz General Motors, por muchos años la corporación industrial más grande del país, dice que les está despidiendo a aun más obreros porque tiene 15 mil millones de dólares de deudas.
Esa declaración de los contadores de la GM da tanta risa que el hecho de que la compañía no tiene que contar sus ganancias internacionales como parte de sus ingresos. En realidad, GM está abriendo plantas alrededor del mundo.
Pero aun peor es el hecho de que GM se encuentra entre las entidades que más se ha beneficiado de la maquinaria de guerra de la ultraderecha. Los miles de millones que gana GM con la construcción de armas para el Pentágono y substitutos sobrepasa por mucho a cualquier tal llamada “pérdida” que pueda calcular de sus plantas en EEUU. Goza de 15 mil millones de dólares en contratos para construir vehículos blindados, gran parte de ellos producidos por sus subsidiarios en el exterior, entre estos hay vehículos aptos para la guerra biológica y química, además de los que pueden lanzar misiles a blancos a 300 millas de distancia. La GM gana miles de millones como el único abastecedor al Pentágono del misil Tomahawk. Con ganancias de guerra así, ¿por qué preocuparse por las plantas de autos o por los trabajadores en EEUU? ¿Por qué no quedarse por cien años en Irak, Afganistán y todas partes?
Mientras tanto, ya parece que muy pronto el banco Wachovia puede salir al igual que IndyMac como lugar para hacer cola si quieres sacar tu dinero antes de que los ladrones hipotecarios se lo traguen por completo.
¿Hay alguien que levanta un dedo frente a todo esto?
Bueno, pues, los congresistas demócratas bajo el liderazgo de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ya están discutiendo a un “segundo programa de estímulo económico” que incluye provisiones pedidos por el movimiento sindical, incluyendo la creación de empleo en la reconstrucción de carreteras, aeropuertos y puentes del país.
Barack Obama ha llamado por una segunda ronda de cheques de reembolso para ayudar a la gente con gastos de alimentos y combustibles cuyos precios ya están por el cielo. Más importante, ha hecho una llamada por el establecimiento de un fondo de varios miles de millones de dóares para crear a lo menos 5 millones de nuevos trabajos industriales para reconstruir a la infraestructura nacional.
Bush no ha dicho nada sobre otro programa de estímulo económico, pero nos ha recordado de que cualquier cantidad que tenemos en el banco, hasta los $100.000, está asegurado por el gobierno. ¡Qué tranquilizante!
Los republicanos y su abanderado, McCain, solo han salido con una idea descabellada que, según ellos, nos resolverá el problema del costo del petróleo: perforar, perforar, y perforar más por petróleo, perforar acá y allá y en todas partes, aunque, según los expertos, esto no va producir ni una gota de petróleo nuevo hasta otros diez años más.
No es tan difícil darse cuenta de lo que se tiene que hacer. La historia nos ofrece gran parte de la respuesta. Nos falta un programa masivo como él que tuvimos en la década de los 1930s, el “Nuevo Trato” que nos sacó de la Gran Depresión.
Al igual que en aquella época, nos faltan no solamente obras públicas masivas pero también nuevos y estrictos reglamentos para controlar a los aprovechados descontrolados que crearon a esta crisis. Y esta vez nos faltan proyectos masivos que busquen construir a una economía verde que trabaja para todos, no solamente los ricos.
Un Nuevo Trato verde así para reconstruir a la infraestructura y para cambiar a la nueva energía alterna puede crear muchos millones de nuevos empleos de fabricación que deben ser trabajos sindicalizados bien pagados. A la vez tenemos que deshacernos de los acuerdos comerciales antitrabajadores y tenemos que establecer seguro médico universal. El dinero para un Nuevo Trato verde se puede conseguir poniendo fin a las guerras en Irak y Afganistán y a todas las guerras por los recursos apoyadas por las corporaciones.
Hoy, al igual que a finales de los 1920s, los culpables son los ladrones corporativos descontrolados y capitalistas. Hoy, al igual que en los 1920s, hay políticos que sirven como lacayos a esos ladrones. En aquellos días, fueron los Calvin Coolidge y Herbert Hoover. Hoy en día son los George Bush y los John McCain.
Este noviembre, ojalá que los votantes traten a McBush de la misma manera que trataron en su época a sus antepasados políticos.
Necesitamos un nuevo Nuevo Trato