Las dos épocas principales de cambio progresista en nuestro país durante el siglo pasado estaban acompañados por un aumento amplio y animado del activismo popular.
El los años de la Depresión, un poderoso movimiento popular, con la clase trabajadora y su sector organizado (los sindicatos de trabajadores) a la vanguardia, se concretizó en una poderosa fuerza por el progreso social. Fue la columna vertebral de una serie de victorias legislativas populares: el Seguro Social, el Seguro de Desempleo, beneficios de bienestar social [Welfare], el derecho a la sindicalización, etc.
Tres décadas más tarde un movimiento bajo el liderazgo de Martin Luther King quebró la espalda de la segregación racial legalizada y estableció leyes de derechos civiles, mientras inspiraba un sinnúmero de luchas populares que seguían su ejemplo.
Ambos movimientos, los de los años 1930 y los de los 1960, fueron diversos, militantes y tanto espontáneos que organizados. Ambos combinaban a la acción política con la acción masiva. Y ambos, como ya está mencionado arriba, resultaban decisivos al proceso de cambio específico de su época respectiva.
En otras palabras, si no hubieran existido en ese momento, o no hubiera ocurrido el cambio progresista, o hubiera ocurrido de una manera mucho más limitada.
Lo cuál me trae a la actualidad. Luego del reciente acuerdo sobre la deuda entre el presidente y los Republicanos, expresaban voces progresistas e izquierdistas críticas a la administración. Pensaban muchos que demasiado fue entregado para recibir muy poco en cambio.
Aquí hay verdad, pero no estoy seguro si esa es la lección principal que se debe que sacar de este acuerdo.
Para mi, lo que más me preocupa es la movilización inadecuada del pueblo norteamericano en esta lucha. Es muy cierto que el movimiento de las personas mayores dejó su impresión al proceso, ya que no fueron tocados los programas de entitulamientos por el momento. Pero esto no debe esconder la más amplia realidad de que demasiados norteamericanos se comportaban como audiencia pasiva, esperando para ver lo que pasaría tras puertas cerradas en el capitolio de la nación.
Si fuera esto un problema específico a esta lucha, sería una cosa, pero no lo es. Se remonta al día después de la elección de Obama.
Por razones determinadas, el nivel de actividad masiva a nivel nacional no se ha acercado a lo que tomó lugar en el curso de la campaña electoral del 2008. Durante esa campaña la actividad fue amplia, de base, y sostenida durante algún tiempo. Hizo atraer a millones a la actividad organizada, así como influenciar al pensamiento y a las acciones de muchos otros millones más que iban a las urnas.
Pero no tuvo consecuencias en el período postelectoral. Y en no hacerlo minaba las potenciales progresistas de la victoria de Obama desde entonces.
Bajo un sistema capitalista nunca es fácil el progreso social sin presión de las masas. El capitalismo está estructurado para resistir al cambio radical y progresista. Pero resulta especialmente difícil cuando la ultraderecha controla a muchas de las palancas del poder como lo hacen ahora.
En realidad, sin un poderoso movimiento popular que pueda movilizar a millones y avanzar un programa de naturaleza progresista, el discurso político inclinará hacia la derecha y las victorias legislativas serán pocas y contadas, así como son ahora.
Es así que el imperativo político del momento queda claro: un fortalecimiento cualitativo y cuantitativo al movimiento popular por el cambio progresista.
Si pasa esto depende del factor humano, es decir, depende de lo que haga la gente ordinaria. Al igual que en los casos de los surgimientos progresistas y democráticas de los años 1930 y 1960, las iniciativas y acciones de los que resienten el peso tremendo de esta crisis económica terrible y prolongada, del pueblo norteamericano en sus millones, serán esenciales bajo las condiciones actuales de hoy.
¡Agarren el momento!
Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista de los Estados Unidos.
swebb@cpusa.org
Foto: Rally "De pie, Chicago," 14 de junio de 2011. People's World