Se reporta que el derrumbe este 6 de agosto de un helicóptero Chinook en Afganistán, derrumbado por insurgentes armados utilizando una granada a propulsión de cohete pueda ser la mayor pérdida en un solo día de tropas norteamericanas desde el comienzo de la guerra hace casi 10 años. Subraya una vez más esta tragedia la urgencia de poner un rápido fin a la guerra más larga de la historia de nuestro país.
La guerra en Afganistán les ha costado la vida a más de 1.700 soldados estadounidenses, incluyendo a los 30 que estaban a bordo del helicóptero derrumbado. Miles de tropas han sido heridos, entre ellos muchos que ya sufren de heridas cerebrales permanentes gracias a los explosivos improvistos, o IED por sus siglas en inglés.
Han muerto en la guerra un sinnúmero de civiles afganos. Han sido destruids pueblos y aldeas, y muchos miles de gente han sido desplazados, sus familias rotas y sus trabajos arruinados.
Aunque reclamen los generales militares como siempre que se está logrando progreso, resulta difícil distinguirlo en el lugar del combate.
Mientras en un momento determinado los campos principales de batalla estaban en el sur y el sureste de ese país, ahora los insurgentes armados, que suelen decirse colectivamente "Talibanes," aunque estén involucrados varios grupos distintos, han ganado terreno sustancial en otras zonas del país. El helicóptero estaba a menos de 100 millas de la capital, Kabul, cuando fue derrumbado por fuego antiaereo en la provincia de Wardak.
Las circunstancias del derrumbe del helicóptero también apuntan a un aspecto perturbador de la guerra actual en Afganistán. A bordo del Chinook estaban 20 integrantes de equipo élite No. 6 de los "SEALS" de la Marina que estaban volando para ayudar a otras unidades de las Fuerzas Especiales que cazaban a un líder de los Talibanes, el supuesto responsable de las actividades insurgentes armadas en la zona.
Mientras los esfuerzos por "ganar corazones y mentes" han sido siempre menos exitosos, la campaña militar norteamericano ha cambiado su enfoque más y más a uno de asesinatos de líderes claves de la insurgencia. La instancia más espectacular ha sido, por supuesto, el asesinato de Osama bin Laden en Pakistán hace unos meses. En el enero pasado el comentarista Conn Hallinan hizo comparar a la estragegia actual de "atacar de noche" al programa Fenix de asesinatos llevado acabo durante la guerra en Viet Nam.
Un aspecto de esta táctica es la creciente utilización de drones no tripulados que, como en el caso de cualquier forma de guerra aérea, les pone a gran riesgo a los civiles inocentes al igual que a sus blancos deseados.
Y por todo esto los civiles, tanto en Afganistán que aquí en casa, se encuentran siempre más opuestos a la guerra. Muestran encuestas recientes en EEUU que algún 55 a 60 por ciento se opone a la guerra. Se reporta que en Afganistán la oposición a la guerra sobrepasa al 80 por ciento.
Este mayo una propuesta de ley ofrecida por los congresistas federales Jim McGovern, Demócrata por Massachusetts, y Walter Jones, Republicano por Carolina del Norte, exigiendo un plan y calendario para la retirada de fuerzas norteamericanas fue casi aprobada con apoyo bipartidario en la Cámara de Representantes.
La senadora Barbara Boxer y la representante Barbara Lee, ambas Demócratas por California, también han recibido apoyo significativo para sus propuestas de ley que buscan poner fin a la guerra.
Si es que ya no alcanzamos a pagar el costo en vidas perdidas y devastadas tampoco alcanzamos a pagar el treméndo costo en dólares. Al mismo tiempo que la ultraderecha proclame a la creciente déficit como pretexto para aplicar recortes draconianos a los programas domésticas que sirven las necesidades humanas, la guerra en Afganistán nos cuesta a EEUU $100 mil millones cada año. Advierten economistas que los gastos totales de la guerra, incluyendo al tratamiento a largo plazo y a la rehabilitación a los veteranos heridos tanto físicamente que sicológicamente saldrán banstante mayores.
Calificaba el presidente Obama a las muertes en el derrumbe del helicóptero como "un recordatorio de los sacrificios extraordinarios hechos por los hombres y las mujeres de nuestras fuerzas militares y por sus familias, incluyendo a todos los que hayan servido en Afganistán".
En meses pasados el presidente tomó un primer paso importante hacia una reducción a la guerra con el anuncio de que 10.000 tropas norteamericanas iban a ser retiradas de Afganistán antes del fin del año, y otros 20.000 para el verano que viene o antes, como un enganche a la retirada completa programada para fines del 2014 o antes.
Para el presidente y el Congreso la mejor manera de honrar a la memoria de estas tropas que cayeron el 6 de agosto, y a todos los caídos que los precedieron, es darle mucho más prisa a ese plan, retirando lo más pronto posible a todas las tropas y a todos los contratista, abriendo camino hacia las negociaciones que deben tomar lugar tanto dentro de Afganistán mismo que a nivel regional.
Para nosotros, nuestra mejor manera de honrarlos a ellos y a los tantos civiles inocentes que también han sufrido y muerto en esta guerra es trabajar activamente por lograr un rápido fin a los conflictos, dondequiera que estemos involucrados.
Foto: Kandahar, Afganistán //CC 2.0 Kandahar, Afganistán //CC 2.0