¿Sí importa cuál partido gana?

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Es evidente que entre partidarios del Partido Demócrata ya existe un creciente sentimiento de frustración y hasta ira con lo que se ha logrado durante los últimos dos años.

Hablando por el movimiento sindical de los trabajadores, el presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, expresó esta inquietud de una manera muy fuerte en varios de sus discursos recientes.

A mí también me han desilusionado algunos aspectos de la política doméstica y exterior de la administración Obama.

Pero nunca se me olvida que gobierna esta administración en medio de un ambiente político de hostilidad donde la derecha trabaja día y noche por frustrar sus iniciativas a cada paso.

Además hay las presiones estructurales de gobernar en una economía y un estado capitalista.

Y luego hay presiones conservadoras provenientes de congresistas demócratas y hasta de ciertos integrantes de la administración misma.

Sin embargo, no se puede explicar todo por el contexto objetivo. Al presidente y a su administración se les puede culpar por un número de decisiones políticas.

Pero desde un punto de vista estratégico la cuestión principal es esta: ¿Hace diferencia alguna, desde el punto de vista de las luchas de clase y democrática, cuál partido gane la ascendencia política?

Dicen algunos, pero no el movimiento sindical ni las otras organizaciones de masas del pueblo norteamericano, que no, que no importa.

Van algunos aun más allá para decir que una victoria demócrata crea ilusiones populares que acaban con debilitar a las luchas populares, y que la única salida es la de formar un tercer partido ahora.

No estamos de acuerdo los comunistas con ninguna de estas opiniones. Nuestro punto de vista es que las diferencias entre los dos partidos del capitalismo sí son de consecuencia para las luchas democráticas y de clase.

Ninguno de los dos partidos es anticapitalista, pero tampoco son idénticos los dos. Existen diferencias a niveles de política y de composición social. A pesar de las muchas frustraciones de los últimos dos años, la elección de Barack Obama fue histórica y abrió lugar para luchar por una agenda popular.

Si, por la otra mano, hubieran sido victoriosos los Republicanos en 2008 se hubiera desarrollado el carácter de las luchas democráticas y de clase de una manera muy distinta. Nuestro movimiento hubiera estado a la defensiva desde el primer día, los Demócratas hubiera estado corriendo en desbandada, y los Republicanos hubieran estado descontrolados en sus esfuerzos por liquidar al estado de bienestar, reversar la revolución de derechos populares de las décadas de los 1930 y los 1960, y por aplastar al movimiento popular, con el movimiento sindical en primer lugar.

Hablando de la sabiduría de un tercer partido siempre hemos abogado por la formación de un partido popular independiente fundamentado por la clase trabajadora y el movimiento sindical, por los oprimidos por razones de raza y nacionalidad, por las mujeres, la juventud, los inmigrantes, las personas mayores, las personas gay y straight, etc. Para poder alcanzar cualquier cambio social a profundidad sería imprescindible. Pero su realización depende de más que nuestros deseos, más que nuestra actitud política e ideológica. Los millones que tendrían que estar al centro de este partido todavía operan bajo el paraguas del Partido Demócrata, aunque sea de una manera siempre más independiente.

Además, separarnos en este momento de estas fuerzas sería contrario a nuestra política estratégica de construir una máxima unidad contra el extremismo de ultraderecha ahora y en las elecciones del año que viene.

Pero esto no quiere decir que hemos abandonado a nuestra abogacía de un partido popular independiente, pero comprendemos que su formación se dicta por las realidades políticas concretas y las necesidades estratégicas. Tampoco quiere decir que nos tapamos los oídos cuando tome la administración Obama posiciones que no podemos aceptar. No hesitamos en apoyar y luchar por las iniciativas progresistas de la administración, pero tampoco debemos que hesitar en expresar nuestras diferencias con la administración cuando esta tome posiciones con las cuales no estamos de acuerdo.

Y esto es precisamente lo que hemos hecho.

Cuando diga alguien que no criticamos a la administración lo que suelen querer decir es que nuestras críticas no son tan amplias y categóricas que deseen ellos.

Sí hacemos críticas, pero las hacemos dentro de un contexto determinado y con una meta objetiva determinada en la mente. Bien comprendemos que la agenda de la ultraderecha es la de poner de rodillas a la administración y al país entero con una dosis muy fuerte de racismo, mentiras y sabotaje económico, preparando el escenario por el pleno regreso al poder de los sectores más racistas, antiobreras, anti mujeres, homofóbicos y militaristas de la política norteamericana.

Y no queremos tener ninguna parte de eso. No tenemos ilusiones sobre el Partido Demócrata, pero tampoco tenemos ilusión ninguna sobre el Partido Republicano.

Además, somos muy conscientes del hecho innegable no hay otro partido que no sea el Partido Demócrata, que tenga posibilidades para derrotar a los Republicanos para el año que viene.

Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista de los Estados Unidos.

swebb@cpusa.org

Foto: Night-thing CC 2.0