CHICAGO — Dedra Farmer era tan hábil en su trabajo como gerente de un departamento en una tienda Wal-Mart en Oklahoma, que sus superiores le asignaron el trabajo de entrenar a los gerentes nuevos en el Departamento de Llantas y Lubricación, todos los cuales eran hombres.
Tan pronto que los tenía capacitados, fueron a trabajar ahí con sueldoss de $2000 más de lo que ella ganaba.
Pasa prácticamente lo mismo en la “ciudad de los vientos”.
Brenda Carr estaba sola trabajando de cajera con una fila de 8 clientes en una tienda “Walgreens” en el sur de la ciudad. Un supervisor de masculino se le acercó insistiendo saber por que no había ya arreglado los estantes. En forma discreta, ella contestó indicándole con sus ojos la mucha gente que hacía fila en la caja.
“Pues, hágalo entre atender a los clientes”, dijo irritado.
Carr le dijo a Nuestro Mundo que el tipo no era ni siquiera su supervisor. “Es un supervisor de departamento como yo y yo llevo un año más trabajando aquí, pero sé que él gana $2 la hora más”.
Una mesera en un restauran cerca de las facultades de la Universidad Loyola en el lado norte de la ciudad, quien no quiso que le mencionáramos su nombre, indicó un mesero de mucho más joven y se quejó, “No solo es que me pagan 50 centavos la hora menos que a él, sino que también me preocupo por tener 50 años de edad”.
“Debemos actuar como si fuéramos jóvenes y ser sensuales con este uniforme”, dijo, arreglando el collar de su blusa sin mangas. “Es bastante más revelador de lo que yo quisiera usar, además, hasta el hombre más antipático y chocante que entra aquí tiene que ser tratado como si merezca una maldita carpeta roja”.
Se le preguntó si ella considera que el acoso sexual sea un peligro en la clase de trabajo que hace. Indicando que sí, empezó a hablar de su patrón. “Nos mira como si no fuéramos mejor que la batería de cocina aquí. Entra en el cuarto donde nos cambiamos la ropa para ponernos nuestros uniformes y nos da palmaditas al hombro. Cuando yo le pedí que por favor dejara de hacerlo, me dijo ‘sea una muchacha simpática’”.
Hace dos semanas, organizaciones de mujeres llegaron en Washington para convencer al Congreso a que se dirija a algunos de estos problemas, especialmente la falta de igualdad de pago entre trabajadores y trabajadoras.
Utilizando la estadística de ingreso promedio, dicen que una mujer tiene que trabajar por un año y cuatro meses para ganar la cantidad que un hombre gana en un año. Visto desde otra perspectiva, típicamente una mujer gana 80 centavos por cada dólar que gana el hombre en oficio equivalente.
Esta diferencia de salarios produce enormes ganancias para el sector patronal y además, pone presión a los salarios de los hombres para que bajen.
Sindicalistas dirigidos por la Coalición de Mujeres Sindicalistas y la Federación de Maestros y otros que abogan por igualdad de pago, marcharon fuera del Congreso y cabildeaban adentro con los congresistas.
Apoyaban un proyecto de ley introducido por la representante Eleanor Holmes Norton (demócrata por la capital) y el senador Tom Harkin (demócrata por Iowa), la ley de Pago Justo. Esta medida fortalecería a las leyes existentes que mandan igualdad de pagos entre hombre y mujer, aumentando los castigos y haciendo más fácil el acto de comprobar una violación.
Dedra Farmer, la supervisora en Wal-Mart a quien le habían pagado menos que los hombres que ella había capacitado, figuraba entre los que testificaron en el Congreso a favor de la medida. Farmer también es parte de un grupo de 1,5 millones de empleadas o ex empleadas de Wal-Mart que han demandado en grupo a la empresa por discriminación en pago y promociones por ser mujeres.
El impacto negativo de la desigualdad de pago en las familias es evidente, especialmente en casos en que los salarios bajos obligan a las mujeres a trabajar horas extras.
Charlotte Michaels, una cajera en un supermercado Dominicks, que acaba de dar luz a una niña, dijo “tenemos un tiempo libre pagado para cuidar a nuestros hijos. Dar luz merece más de 6 semanas para recuperarse”.
Carr, la trabajadora de Walgreens, dijo, “Hay muchas mujeres que trabajan duro. Yo trabajo tanto y por tantas horas que mis hijos me preguntan por teléfono, ‘Mama, ven a la casa, ¿Cuándo vas a regresar a la casa? Te queremos ver, Mama, ven a la casa, por favor”.
Sigue la desigualdad para las trabajadoras