Nueve "Soñadires" ("dreamers") - jóvenes indocumentados que llegaron al país cuando eran niños- fueron detenidos en Arizona cuando intentaban reingresar a Estados Unidos desde México en desafío a las políticas migratorias del gobierno de Barack Obama.
Porque eso es lo que hicieron: regresar a México después de años, llegar a un punto oficial de cruce de la frontera entre los dos países e intentar regresar de manera legal a Estados Unidos.
Con esta acción coordinada por la Alianza Nacional de Jóvenes Inmigrantes (NIYA, por sus siglas en inglés),los jóvenes quieren llamar la atención sobre las más de 1,5 millones de personas que han sido deportadas durante la presidencia de Obama.
Entre los detenidos hay tres jóvenes que regresaron voluntariamente a México para liderar está acción. Junto a ellos también fueron detenidos seis jóvenes que fueron expulsados de EE.UU. pese a haber vivido gran parte de su vida en el país.
El Presidente se mostró bastante compasivo con estos "soñadores" en junio de 2012, cuando anunció la decisión del Departamento de Seguridad Nacional de liberar a 800,000 de ellos de la amenaza de ser deportados: "Imagínense que siempre han hecho todo bien a lo largo de su vida: fueron buenos estudiantes, trabajaron mucho, quizá hasta fueron los mejores de su clase, y luego han tenido que enfrentar la amenaza de ser deportados a un país del que no saben nada, donde se habla un idioma que quizá no manejan. No tiene sentido expulsar a jóvenes talentosos que, a todos los efectos, son estadounidenses, fueron criados como estadounidenses, se consideran parte de este país".
Muchos celebraron el anuncio, pero luego le exigieron al presidente que cumpliera con su promesa.
Desafortunadamente, cada vez más y más son los jóvenes deportados, y son decenas de miles las familias divididas por la política de deportación.
Es aquí donde entran en escena los movimientos sociales que se necesitan para lograr un cambio significativo, que a menudo conlleva un gran riesgo personal.
A lo ancho de Estados Unidos, los defensores de los derechos de los inmigrantes, que están bien organizados, participan cada vez más en actos de desobediencia civil, en particular los jóvenes inmigrantes que, arriesgándose a ser deportados por las autoridades, se presentaron e identificaron en público en marchas y ante políticos.
El año pasado varios jóvenes indocumentados se hicieron detener para poder ingresar al Centro de Detención Broward, una cárcel en Florida a donde son enviados los inmigrantes indocumentados antes de ser deportados. El objetivo era entrevistar a los detenidos. Allí se encontraron a decenas de personas que reúnen los requisitos para ser liberados en virtud de las políticas del Presidente Obama, pero que, sin embargo, se pudren en la prisión, informó Democracy Now.
Hoy en día, muchos jóvenes ejercen presión para que el presidente Obama apruebe la Ley DREAM.
A finales de 2010, la trayectoria de miles de jóvenes confluyó en la lucha por aprobar el Dream Act, que después de más de 10 años pendiente en el Senado, fracasaría. Pero a diferencia de otras batallas legales, aquella la liderarían los propios "dreamers", aunque el precio fuera la deportación tras revelar que carecían de documentos.
Aquella iniciativa nació de la frustración con decenas de organizaciones nacionales que abogaban por la reforma pero que no representaban del todo sus intereses. Algunas de ellas prefirieron dejar de presionar por el Dream para no "arriesgarse" a impedir el avance de una reforma migratoria amplia, como la que se negocia estas semanas.
Sin embargo, la acción de los jóvenes inmigrantes en la frontera pone sobre el tapete las contradicciones de una retórica oficial sobre la prioridad de apoyar y fortalecer al núcleo familiar y la práctica de la deportación sistemática.
Vestidos con togas azules, verdes y negras y con birretes de graduados universitarios, los nueve "dreamers" fueron detenidos en Arizona cuando ponían a prueba el programa gubernamental Acción Diferida.
Lo que pase ahora con los jóvenes dreamers dependerá de las decisiones que tome el Departamento de Seguridad Nacional y el Gobierno de Barack Obama. "Ellos tienen la última decisión, según le parezca, sobre a quien deja entrar y a quien no. Ellos toman la decisión caso por caso. Entonces ellos, esencialmente, van a demostrar que son personas buenas, que estudian, que tienen una vida acá. Y si es verdad que el gobierno los apoya debe dejarlos entrar", según los abogados especialistas.
Sin embargo, una de las posibilidades es que le nieguen la entrada. O que ingrese a un limbo burocrático que tarde meses.
"De todas maneras yo tengo confianza en la comunidad, que va a responder. Ahí está mi fe. Y vamos a luchar hasta el último momento para poder lograr esto", dijo Lizbeth Mateo, una de las jóvenes detenidas, quien desde los 14 años vive en Los Ángeles, ciudad en la que se graduó en estudios chicanos.Sin embargo, ella y otros dos jóvenes latinos -en su misma situación- decidieron arriesgarlo todo, regresar a México después de años e intentar regresar de manera legal a su país de adopción.
Foto: "Dreamers", vestidos con sus togas y birretes de graduación de la escuela, para mostrar su deseo de terminar la escuela en los EE.UU., marcha con los brazos vinculados al puerto de entrada de EE.UU. donde planeaban solicitar parole humanitario, en Nogales, México, 22 de julio de 2013. Samantha Sais / AP