Daniel Castellanos fue llevado desde su ciudad natal de Lima, Perú, hasta la costa del Golfo de Estados Unidos, en donde le prometieron un trabajo de construcción y la residencia permanente. Todo lo que tuvo que hacer para conseguir ese trabajo de tiempo completo a $11 la hora en la costa del Golfo fue pagar $5.000 a un reclutador en el Perú.
Pensaba él que esa era su oportunidad dorada: como trabajador con estatus legal en EEUU pudiera trabajar fuerte y remitir dinero a su empobrecida familia en el Perú.
“Nos prometieron trabajo de construcción, pero nos obligaron a hacer limpieza en hoteles”, dijo él. En lugar de trabajar 40 horas completas por semana a $11 la hora, Castellanos, junto con 80 panameños, 100 bolivianos y 70 dominicanos, fue pagado apenas $6 la hora por una semana de 25 horas de trabajo, haciendo trabajo sucio en hoteles de lujo de Nuevo Orleáns. Mientras tanto, la gerencia de esos mismos hoteles les estaban diciendo a miles de afronorteamericanos de esta ciudad gravemente afectada por el huracán Katrina, que no había trabajo para ellos.
“Con esa miseria, me fue imposible pagar lo que debía al reclutador, mucho menos remitir dinero a la casa”, dijo Castellanos.
Sabul Vijayan se encontraba recientemente en graves problemas. Él y sus 23 compañeros “trabajadores huéspedes” de la India compartían un pequeño dormitorio en una choza de aluminio rodeado por alambre de púa. La estructura se ubica en una esquina remota del astillero “Signal International Shipyard” en Pascagoula, Mississippi.
Vijayan y sus 100 compañeros fueron atraídos de su estado natal de Kérala, en la India a Mississippi, donde, se les dijo, les esperaban trabajos bien pagados y estatus de residencia permanente. Él colmo fue que, supuestamente, sus familias podían unirse a ellos en ocho meses. Los agentes de Signal Internacional en la India les cobraron hasta $20.000 cada uno por el viaje a Estados Unidos.
Pero luego fueron obligados a pagar casi la mitad de sus salarios, que resultaron muy inferiores a los prometidos, como “renta” por su choza mugrienta y apiñada, mientras iba la mayor parte de lo que les quedaba para liquidar la deuda de $20.000, y no se les permitía a sus familiares unirse a ellos. Andaban como presos virtuales porque la compañía les quitaba sus pasaportes y visas.
Cuando se quejaban de sus condiciones de vida o de trabajo, los supervisores de la compañía los amenazaban con despedirlos, lo cual, para un “trabajador huésped”, con una visa H-2B, significa la deportación automática.
Dice Viyajan que un supervisor le había dicho, “Ya sabemos cómo es la India; ustedes no merecen nada mejor”.
Decididos a romper las cadenas de su esclavitud moderna, se reunieron con Castellanos, Vijayan y tres otros soldadores de la India que trabajaban en el astillero, y llevaron su historia al Capitolio el 1º de abril, en donde informaron a los congresistas en sus oficinas sobre el sistema abusivo de “trabajadores huéspedes” en EEUU. Su viaje fue pagado por la AFL-CIO. Llegó su testimonio en el justo momento cuando el gobierno está siendo peticionado por otros patrones sin escrúpulos a que se les aprueben otras 65.000 solicitudes adicionales para trabajadores bajo el programa de visas H-2B.
Han notado las uniones laborales estadounidenses que únicamente deben ser aprobados las solicitudes de visas H2-B cuando la compañía pueda comprobar que es imposible llenar una plaza vacante con un trabajador que ya se encuentra en el país. El Congreso ya había rechazado el año pasado el plan de “reforma” migratoria del gobierno de Bush. Ese plan había propuesto un programa expandido de “trabajadores huéspedes”, calificado como un “sendero hacia la ciudadanía”.
Derrotada en el Congreso, el gobierno Bush proseguía adelante con su implementación de hecho de su plan, aprobando a más y más solicitudes de visas H-2B para las compañías.
El programa “H-2B es un sistema de esclavitud”, declara Vijayan.
Mary Bauer, directora del Proyecto Justicia para Inmigrantes, se reunió con los trabajadores en sus visitas a los congresistas. “El sistema de visas H-2B les niega a los trabajadores sus derechos,” dijo Bauer. “Los deja atados al patrón con quién trabajan, nada más; no pueden cambiar de trabajos y quedarse con visado, y se les niega la representación legal para mejor su situación, si no logran encontrar a un abogado gratuito de interés público”.
Además de pagarles sus gastos de viaje a Washington, la AFL-CIO ayudó a que los trabajadores consiguieran representación legal. Los trabajadores de la India han presentado una demanda en contra de Signal International, acusando a la compañía de estar involucrado en el tráfico humano. Castellanos también presentó una demanda en contra del Hotel Decatur de Nuevo Orleáns.
Al parecer, los esfuerzos de los trabajadores victimizadas están rindiendo resultados. El representante George Miller, demócrata por California, dijo anteriormente este mes que apoya a las acciones legales que estos han tomado y que subraya que hay una necesidad de una reforma del programa estadounidense de trabajadores huéspedes. Miller, que preside sobre la Comisión de Educación y Asuntos Laborales de la cámara baja, dice que no puede apoyar al programa de visas H-2B hasta que no se acaben los abusos, y que “debemos insistir que pague el programa a los trabajadores el salario prevaleciente. No podemos permitir que reduzca el programa los salarios en nuestro país”.
Trabajadores denuncian programa H2-B como esclavitud moderna