El acuerdo sobre la deuda es mal negocio para el pueblo norteamericano y para la economía .
Además de recortes a gastos discrecionarios de casi un billión de dólares sobre 10 años, una comisión de 12, con seis Demócratas y seis Republicanos, recortará otros dos billones de dólares en gastos incluyendo, en toda probilidad, a programas de "entitulamientos".
Y si no llegan a un acuerdo, se aplicarán cortes generalizados.
A la misma vez fueron retirados de la agenda aumentos de impuestos a los ricos, dejando inaftectados a los más adinerados, dirigiendo toda la pena a los que menos tienen.
Lo único que concedió la untraderecha fue posponer otra batalla sobre el techo de la deuda hasta después de las elecciones de 2012, permitir que los gastos militares sean parte del cálculo de recortes al presupuesto, y dejar sin afectarse por el momento el Seguro Social.
El acuerdo nos hace preguntar: Aquí, ¿dónde estará el "balance" y el "sacrificio compartido," ideas que resultaban problemáticas desde el comienzo?
La política de la deuda ya no se va esfumar para luego reaparecer a los dos años de ahora. Sin una lucha por parte de la izquierda y progresistas de Washington y en otras partes, esta cuestión va seguir dominando a la política norteamericana durante el futuro previsible.
Casi inmediatamente se va reunir el comité de seis Demócratas y seis Republicanos para comenzar una nueva ronda de pláticas, y los medios masivos, si siguen su práctica establecida, lo van a poner a primera plana.
Dejaban a un lado las pláticas sobre la deuda y el acuerdo final a los precedimientos y a los principios democráticos. El pueblo norteamericano debía haber sido parte de cualquier negociación en la cual se consideraban recortes tan draconianos en programs sociales; pero en efecto el pueblo fue dejado a un lado como pura audiencia esperando lo peor.
Nadie sano sana pudiera considerar a esto como punto elevado en la vida democrática de nuestro país.
Todo este proceso fue motivado por el extremismo de ultraderecha. Siguiendo y construyendo sobre el ímpetu ganado de las elecciones de 2010, estos formaban y dirigían las negociaciones además de emplear imprudentemente a la amenaza de una falla financiera.
Y en hacerlo, llevaban al país y al mundo al borde del abismo.
Es muy cierto que tuvo la administración Obama una mano en el resultado. Para bailar el tango se necesitan a dos. Estos merecen críticas, pero la mayor parte de la responsabilidad la tiene el extremismo ultraderechista. Mantenían ellos al país entero como rehén . Y se les ofrece la oportunidad de nuevo, lo volverán a hacer.
El "Tea Party" fue un factor en el acuerdo sobre la deuda, pero sería un error pensar que esto estaba solo tras el volante, o que lo estaba controlando. Estaban en el mando otros sectores de la ultraderecha bien empotrados desde hace mucho en las principales agrupaciones reaccionarias del capital transnacional. El Tea Party atrae mucha publicidad pero todavía no es más que un corriente entre otros a la derecha y dentro del Partido Republicano.
El presidente se encercó a sí mismo, no porque sea mal negociador pero porque hacían el cálculo él y sus ayudantes luego de las elecciones de 2010 de que dependen su atracción a los votantes independientes y por eso su reelección de sus credenciales como "dirigente fiscal responsable".
Sin embargo, para el año que viene este cálculo lo pueda volver a hacer daño si incluye el acuerdo sobre la deuda a un deterioro u hasta un estancamiento de las condiciones económicas actuales.
Nos recuerda Paul Krugman que siguió este curso de acción el presidente Roosevelt en 1937, con resultados funestos. Ojalá que salga mejor el presidente Obama.
Muchos años de ahora se preguntarán a sí mismos los economistas, sobre cómo se les podía haber ocurrido a esta administración seguir políticas deflacionarias mientras se estaba encogiendo la economía.
Provocaban divisiones en ambos partidos las negociaciones sobre la deuda y el paquete de acuerdos, pero más así para el Partido Demócrata. La votación en la Cámara Baja fue dividido a mitades: 95 a 95. El voto muestra muy claramente que no puede ser dado por supuesto el apoyo liberal y progresista en el Congreso, ni ahora ni para el año que viene. La administración lo tiene que ganar con una gobernanza progresista.
Con los eventos y los resultados de estas negociaciones no se cambia la política estratégica de derrotar decisivamente a la derecha en las elecciones del año que viene, pero se dificulta la tarea aun más Con el record de la administración Obama hay tanto preocupación que ira entre la gente buena, y con esto no estoy hablando solamente de la gente de izquierda.
Algunos van a ir tan lejos que decir que los dos partidos son esencialmente iguales, y prestan más fuerza a sus argumentos las negociaciones sobre el techo de la deuda.
Para mucha gente la esperanza engendrada por la elección del presidente en el 2008 ya se ha transformado en desilusión. Se tiene que reconocer esto, pero a la vez hace falta decir que el presidente ha heredado a la peor crisis económica desde la Gran Depresión y los Republicanos han hecho bloquear a su administración a casi cada paso, aun cuando tenían los Demócratas una mayoría en ambas cámaras del Congreso, esto con el uso del maniobras obstruccionistas en el Senado. En práctica, ellos ya han hecho al país ingobernable para el presidente.
Además, falta decirse que lo que estamos viendo por parte del extremismo ultraderechista, por malo que sea, es nada más que un pequeño enganche de lo que harían ellos si logran recuperar el control sobre todos los ramos del gobierno en las elecciones de 2012.
Si se parece que ya les estoy tratando de asustar en grande, tienen razón. Hay una tendencia de subestimar al peligro del extremismo de ultraderecha, y las consecuencias de una tal subestimación solo pueden resultar negativas tanto ahora que para el año que viene.
Pero mientras que no se debe subestimar el peligro de la derecha, tampoco se puede igualar al fascismo. Fascismo tiene un sentido muy particular, y un gobierno autoritario que restringe a los derechos democráticos no es necesariamente fascista.
Pero quizás estás pensando: ¿Tienen importancia alguna estas distinciones desde el punto de vista de la lucha política? La respuesta es que sí. El acceso al espacio democrático, por restringido que sea, es de suma importancia.
Finalmente, el resultado de las pláticas sobre la deuda depende en gran medida de la influencia limitada al proceso político de los movimientos progresistas y de izquierda. ¿Tenemos algo parecido al poder y a la influencia que ya posee la derecha? La respuesta es obvia, pero esto puede cambiar, aunque solamente con una estrategia firme y correcta, tácticas flexibles, y un trabajo largo y persistente a nivel de base.
Foto: Protestan residentes de Chicago a los rescates corporativos y a los bancos, 14 de junio de 2011. (People's World/John Bachtell).