Brecha entre palabras y hechos

Cuando yo oí al senador republicano Lindsay Graham de Carolina del Norte apelar en pro de la nacionalización de los bancos y el senador [demócrata] Chuck Schumer decir “bueno… vamos a esperar un poco más”, yo pensé leer de nuevo el libro Alicia en el Mundo de las Maravillas. La falta de entusiasmo de Schumer simplemente lo desenmascaró de ser un lacayo liberal de Wall Street (de eso nunca ha habido mucha duda), pero la verdad es que ahora es difícil encontrar un economista que no favorezca a la nacionalización como la única manera de deshacerse de los activos tóxicos de su balance y reempezar a dar préstamos.

Sin crédito, ninguna cantidad de estímulo puede llevarnos a una recuperación económica. Puede que le den trabajo en uno de los proyectos de la Ley de Recuperación pero no podrá conseguir el préstamo necesario para comprar un auto, casa, máquina de lavar, etcétera.

(Aquí está una idea para romper el récord de Pensar en Grande: Establezcamos un banco nacional para cumplir con las funciones financieras esenciales que el sector privado no cumple, incluso el equivalente moderno de ahorros en el correo para proveer servicios de ahorro y crédito para todos los residentes. Profesionales y administradores de rango mediano o bajo del desaparecido sector privado pueden proveer la pericia técnica necesaria. Entonces los préstamos pueden empezar.)

En el caos de Graham, aunque vota exacto con los avestruces republicanos que no hacen nada – él no aparenta ser un títere de los bancos. ¿Pero es de verdad o falso?

¿Por qué la nacionalización como única vía de restaurar el crédito? Porque los accionistas y ejecutivos de los bancos, hasta los que ya están recibiendo asistencia, siguen mintiendo diciendo que sus compañías están insolventes. ¿Por qué mienten? Porque decir la verdad los lleva a la misma conclusión, aunque más temprano – están quebradas.

Entonces, están agarrando cada dólar público que puedan y gastándolo para su beneficio antes que se quiebren en vez de hacer préstamos. Sin duda algunos están teniendo revelaciones y encontrando la religión con la esperanza, no importa qué mínima, de que su exceso será perdonado y la varita mágica de la riqueza los favorezca una vez más.

El error aparente sobre el plan bancario del secretario del Tesoro Timothy Geithner muestra una preocupación profunda entre el equipo económico del presidente sobre el reto de enfrentarse a los intereses quebrantados pero todavía poderosos de lo que se llama el “capital financiero estadounidense”. Este grupo está haciendo todo lo posible para mantener sus posiciones de dominación y prerrogativas.

La gran pregunta del día es ¿Puede un equipo compuesto de gente que han pasado la mayor parte de su vida profesional como parte de esta cultura de dominación y que se han beneficiado tanto de ella poner los intereses del pueblo y su país primero? Hasta si significa confiscar billones de billones de riqueza sin compensación a los accionistas o los directores cuya arrogancia contribuyó tanto a la crisis económica.

Prontos veremos. Pero la respuesta realmente está en que firme está el pueblo y se moviliza para hacer cumplir con el mandato que le dieron al presidente Obama – empleo, ingreso, salud, jubilación, paz y educación – antes de asegurar la sobrevivencia de los banqueros arruinados.

Hay una diferencia entre apelar por la nacionalización y realmente nacionalizar. Hay una diferencia entre echar de los mercados de crédito a los activos sin valores y hacer préstamos a individuos y comercios. Hay una diferencia entre apelar por la responsabilidad y arrestar a los pillos. Hay una diferencia entre salvar el sistema financiero y poner bajo control público el gasto de fondos del público en pos del interés público y hacer cumplir con que se hagan préstamos.

Como nadie menos que Vladimir Lenin señaló en un famoso panfleto durante la fracasada revolución rusa del 1905, cuando las fuerzas democráticas trataron de derrocar a la autocracia zarista y establecer una república democrática: “Hay toda la diferencia en el mundo entre apelar por una Asamblea Constituyente y en realidad constituir una”.

La diferencia, desde el punto de vista de este escritor, es la diferencia entre una actividad genuina socialista, genuina democrática y el oportunismo. En el 1905 el oportunismo prevaleció, se creo una falsa estructura democrática pero se mantuvo a la autocracia.

Un peligro similar nos enfrenta en la brecha potencial entre las palabras y los hechos en reparar el sistema financiero que está delante de nosotros ahora.