Dicen tortura es rutinaria

Hace casi dos meses que el sargento Camilo Mejía acusó a agentes de inteligencia norteamericana de haber dirigido a la tortura de presos iraquíes. Ahora, reportes hechos por el mayor general Antonio Taguba y otros revelan la tortura sistemática y maltrato de detenidos por parte de militares norteamericanos y personal privado, cumpliendo órdenes de “más alto”. Estos reportes contradicen a esfuerzos de la Casa Blanca y oficiales del Pentágono por echar toda la culpa a unos pocos soldados de bajo rango.

Mejía ha ofrecido presentar testimonio ante el Congreso, sobre la tortura de detenidos iraquíes a la cual fue testigo el año pasado en la base aérea norteamericana de Al Assad, al noroeste de Bagdad. Pero, primero tiene que obtener permiso de las fuerzas militares norteamericanos para salir del Fuerte Stewart en Georgia, donde está preso. Mejía, de 25 años de edad, se enfrenta a una corte marcial porque se negó a volver a Irak después de un tiempo de libertad el octubre pasado. Se entregó a las autoridades militares el 15 de marzo de este año, solicitando status de objetor por conciencia, citando a la brutalidad y sufrimiento que había visto en la conducta de la guerra.

En su solicitud, Mejía otorgó detalles del maltrato que vio en Al Assad. Tod Ensign, de Citizen Soldier [Soldado Ciudadano] grupo que apoya a la solicitud de Mejía, le dio a Nuestro Mundo un resumen de las alegaciones.

El pelotón de la Guardia Nacional al cual perteneció Mejía fue ordenado a manejar a un campo de detención en Al Assad. Recibieron órdenes de no llamarlo “campo de presos de guerra”, para así evitar a los reglamentos de las Convenciones de Ginebra. En lugar de esto, se lo iba llamar un “campo de detención” para la interrogación de prisioneros. Muchos de los detenidos habían sido capturados en redadas militares. Mejía sentía que muchos de ellos fueron “pastores, nada mas”.

El pelotón de Mejía jamás fue entrenado en el manejo de prisioneros. No había cuidado médico para los presos. Los soldados fueron instruidos por “tres tipos misteriosos” vestidos ce civil, que no dieron sus nombres verdaderos. Las primeras instrucciones que recibieron, reportó Mejía, fueron que “su trabajo es mantenerles a los presos desprovistos de sueño. Hagan lo que sea necesario para cumplir esto.” “Lo que sea necesario” incluía a gritos, golpear a las paredes con martillos pesados, o sostener a una pistola 9 milímetro cargada cerca de la oreja de un preso.

En vez de tomar acción sobre las alegaciones de Mejía, sus comandantes lo acusaron de desertor. Su corte marcial está programada para comenzar el 19 de mayo en Fuerte Stewart.

Respondiendo a las revelaciones de tortura en la prisión de Abu Ghraib, el Partido Comunista Iraquí (PCI) ha hecho una llamada por la supervisión por parte la ONU de los derechos humanos en Irak. El Centro pro Derechos Humanos del PCI, organismo que durante mucho tiempo había denunciado la tortura por Saddam Hussein en esa misma prisión, dijo en una declaración el 2 de mayo, “Este nuevo escándalo viene en seguida de violaciones viciosas que han sido denunciados por organizaciones internacionales por los derechos humanos … y que incluyen el uso de fuerza excesiva y una política de castigo colectivo y sitios a ciudades como se muestra en Faluya, donde fueron muertos cientos de civiles inocentes”.

La declaración del PCI dice que el pueblo iraquí “condena de igual manera” a los actos terroristas … incluyendo a explosiones, asesinatos, y ataques bárbaros que tienen como blanco principal a los civiles”. Salam Alí, vocero del PCI, dijo a Nuestro Mundo que el control sobre todas las detenciones debe ser entregado a iraquíes, bajo supervisión de la ONU. También hizo una llamada a una encuesta internacional sobre las torturas, con participación de organizaciones iraquíes. “Los responsables por estos delitos deben ser procesados bajo la ley iraquí,” dijo Alí.

Hablando por teléfono desde Bagdad, Huda Al-Jazairy, una madre iraquí, dijo a Nuestro Mundo, “Después que vi a las fotos y los vídeos, no pude dormir toda la noche. Los norteamericanos nos hablan de la democracia y la libertad. Ahora, vimos otro retrato distinto”.

El amigo de su esposo, dijo, acaba de salir de Abu Ghraib. Había estado detenido allí durante unos cuatro meses. Fue dado muy poca comida, nada de agua limpia, y fue golpeado fuertemente. “No había razón ninguna”, dijo ella. Él y su hermano se encontraban caminando por una calle. Cuando pasaron unos vehículos norteamericanos, se asustaron los dos, y se pusieron a correr. Fueron capturados y encarcelados por los norteamericanos, que les acusaron de portar armas — cosa que ellos rechazan firmemente.

Saddam Hussein se comportó de la misma manera, dijo Al-Jazairy. “Ahora, llegan los norteamericanos, y hacen lo mismo”. La justificación por la guerra y la ocupación es “pura mentira”, dice ella. “Lo primero que hay que hacer es sacar a los norteamericanos”.

Pat Gunn, de Lansdowner, Pensilvania, madre de un soldado, dijo le a Nuestro Mundo que ella no sabe cómo reaccionarse a “este último horror”. Está preocupada que “la represalias van ser tremenda”. Su hijo, Jason, de 25 años de edad, fue malherido en Irak el año pasado, pero luego fue forzado a volver al combate, y recientemente su estancia en Irak fue extendida.

“Jamás hablaré en contra de ningún soldado de EEUU; justamente no puedo”, dijo ella. “Pero, sí puedo decir, ¡mira lo que el presidente Bush le ha hecho a nuestro mundo! El horror de lo que ha hecho va más allá de las palabras. Tanta gente inocente envuelta en esta tormenta de fuego sin salida. Solo puedo rezar que se acabe pronto”.

Se puede comunicar con la autora al suewebb@pww.org