Dos razones para amar a Nueva York hoy: su voluntad política para el cambio y una aguerrida fuerza social para empujarlo.
Alianza que llevó al Gobernador David Paterson firmar la ley que protege los derechos de las trabajadoras domésticas en su lugar de empleo (sean o no inmigrantes legales), y hacer de Nueva York el primero en tener una legislación de este tipo que beneficiará a unas 250,000 personas que han estado excluidas del código laboral.
"Hemos estado en las sombras durante mucho tiempo. Hemos enfrentando abusos sexuales, verbales y de todas clases. Tenemos que reconocer que el trabajo doméstico es trabajo decente, pero que nunca fue valorado desde la esclavitud", declaró Guillermina Castellanos, del comité directivo de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar.
El gobernador indicó que la nueva ley "corrige injusticias" y garantiza a quienes "cuidan de los ancianos, crían a nuestros niños y limpian nuestras casas, tengan los mismos derechos que todos los trabajadores deberían tener".
La ley de Nueva York establece derechos básicos: el pago de horas extra por encima de las 40 horas semanales (44 para las que viven con sus empleadores), un día libre por semana, feriados, tres días de vacaciones pagas después del año de antigüedad, licencias por enfermedad, indemnización por despido, protección contra las discriminaciones laborales. La ley también prevé una protección específica en caso de abuso sexual.
Consultada sobre cómo se controlará que se respeten en Nueva York los derechos ganados, la coordinadora de la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar, Jill Shenker, dijo que, al igual que todas las leyes laborales, deberá ser implementada por el Ministerio de Trabajo y que el Estado deberá defender esos derechos.
La nueva ley es la culminación de años de esfuerzos de los activistas por los derechos de las trabajadoras domésticas. Luego del primer Foro Social estadounidense, celebrado en junio de 2007, la organización Trabajadoras de Casa Unidas, con sede en Nueva York, se unió a otros 13 sindicatos para formar la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas.
Sabemos el resultado. A fuerza de presiones por parte de las mujeres organizadas en Nueva York, "la legislatura ha tenido que tomarlas en cuenta y hacer lo que debían haber hecho muchos años atrás", dijo Jill Shenker, coordinadora nacional de la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar.
Fortalecidas por su triunfo en Nueva York, decidieron en asamblea llevar la lucha a nivel federal para mejorar las condiciones de las demás.
Se estima que en Estados Unidos hay 2,5 millones de trabajadoras domésticas, "siendo la inmensa mayoría mujeres inmigrantes", de América Latina, el Caribe y Filipinas, una población vulnerable por su género, estatus migratorio, confinamiento en su lugar de trabajo y su bajo nivel de educación, según la Red Internacional de Trabajadores del Hogar.
Tradicionalmente ha sido difícil evaluar el alcance de la explotación a este sector de la fuerza laboral, debido a la naturaleza privada de la actividad. Lo que se sabe de ellas es que se las hace trabajar de más y se les paga de menos.
Las activistas creen que la explotación del personal doméstico está arraigada en la cultura estadounidense.
Ninaj Raoul, directora ejecutiva de la organización no gubernamental Mujeres haitianas para refugiados haitianos, explicó que "la sociedad ha sido condicionada para pensar que una trabajadora doméstica no es una trabajadora real, y que el trabajo doméstico no es trabajo real".
Esto equivale a una "esclavitud moderna", dijo, que se origina en que los empleadores no ven a su personal doméstico como un ser humano, sino "como un inmigrante que simplemente debería estar feliz de tener un trabajo".
No olvidemos que la industria del trabajo doméstico en Estados Unidos tiene sus raíces en la esclavitud.
Luego, en los años 70, el movimiento por los derechos civiles expandió las opciones laborales para las mujeres negras, éstas comenzaron a sumarse a las filas del trabajo doméstico, buscando escapar de la pobreza reinante en sus lugares de origen.
Luego, con el auge de la inmigración latina y asiática a Estados Unidos, el sector de las trabajadoras domésticas diversificó su composición étnica.
A causa de su tensa historia, el trabajo doméstico (al igual que los trabajadores rurales, otra ocupación típica de esclavos en el país), nunca estuvo sujeto a ninguna protección legal. El entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, lo dispuso así para asegurarse el apoyo de los senadores blancos y segregacionistas del sur. Por lo tanto, hasta hoy, con excepción de Nueva York, la trabajadora del hogar sigue sujeta a la buena voluntad de sus empleadores.
La ley de Nueva York terminó en el estado con esa situación heredada de los años 30.
En otros estados, como California y Colorado, organizaciones de defensa de los derechos de este sector hacen campaña para que se aprueben legislaciones similares.
Alberto Ampuero es periodista radicado en Riverside, California. ampueroalberto@yahoo.com
Foto: National Domestic Workers Alliance